jueves, 18 de abril de 2013

Fallece el gran artista plástico Storm Thorgerson

lunes, 15 de abril de 2013


El cuento de nunca acabar

Por: Alejandro Aldana Sellschopp.    

                                        Para: Emiliano, Eliseo, Ian, Amaya y Cristóbal, jóvenes narradores de antiguas historias. 


Todas las personas gustamos de escuchar historias, es en ellas donde mejor nos observamos y comprendemos, nos permiten vernos desde fuera, en una multitud de respectivas que siempre nos muestran un rostro nuevo. Muchos pueblos originarios expresaron su origen y su cosmovisión a través de mitos, valiéndose  de estructuras narrativas. Las mismísimas pinturas rupestres o la interpretación de los sueños cuentan una historia. Conocer y estudiar esas narrativas nos posibilitan entender nuestro devenir humano.
            El cuento fue y sigue siendo una forma narrativa mediante la cual los seres humanos nos hemos acercado a escudriñar la extraordinaria complejidad de la naturaleza humana. Antiguo como el hombre es el cuento. Ya en el Egipto del siglo XIV antes de nuestra era, encontramos vestigios de historias germinales. El cuento nace de lo popular, las personas creaban historias para recrear la realidad, ordenarla y dotarla de nuevas cualidades. Su origen es no-literario, lejos, muy lejos estaban todas las teorías y estudios estéticos, el cuento era como el tiempo: se limitaba a fluir.
            El discurso se emitía de forma oral, que en su discurrir sintáctico producía sentido, convirtiéndose en una extraña criatura que al devorarse a sí misma se creaba, me refiero al proceso de contar historias como nacimiento del lenguaje, los acontecimientos, actos y sentimientos exigían palabras y conceptos que las significaran. A los narradores orales o escritos debemos el lenguaje. Frecuentemente escuchamos que Shakespeare es el padre de la lengua inglesa o Pushkin el creador del ruso, dejando de lado las exageraciones, mucho de razón tienen dichas afirmaciones. A estos monstruos del lenguaje debemos agregar a los narradores orales ignorados y desconocidos.
            El cuento moderno tiene su fuente en las narraciones orales, sean éstas: relatos, leyendas, mitos, cuadro de costumbres, viñetas, etc, etc. Las culturas greco-latinas son las primeras en considerar al cuento como un género literario independiente, ya que anteriormente se subordinaba a estructuras discursivas como: la religión, la filosofía, los discursos morales y la historia. La dependencia del cuento era doble: por un lado pertenecía a un tejido lingüístico diferente a su propia naturaleza, y por otro tenía un uso meramente utilitario, siempre al servicio de otros fines. No hay nada más detestable que un cuento edificante o moralizante.
            En el momento en que el cuento logra su independencia, nace la figura del autor individualizado y reconocible, lejos quedan los relatos orales construidos por toda la tribu o pueblo. Entre los primeros cuentistas tenemos a Luciano de Samosata, quien escribiera El cínico y El asno, junto a su contemporáneo Lucio Apuleyo que escribió el celebre El asno de oro , texto que todo cuentista debería leer. Sin dejar de mencionar a Cayo Petronio con su extraordinario Satiricón.
En el Renacimiento podemos ubicar a Charles Perrault como una de los padres del cuento moderno con sus magníficos Los cuentos de mi madre la Oca, considerados por muchos como los primeros cuentos genuinos, sin olvidarnos de los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm, Hans Christian Andersen y el extraño Ernst T. A. Hoffman.
   Es hasta el siglo XIX cuando el cuento adquiere verdadero reconocimiento como género literario. La figura fundamental para su consolidación es Edgar Allan Poe, quién no sólo escribe verdaderas joyas, sino que se convierte en uno de los primeros críticos del cuento, estudia su naturaleza, su morfología, la construcción de personajes y la importancia del lenguaje en el entramado lingüístico. La influencia de Poe se extendió por el mundo entero, sus opiniones técnicas y estilísticas se convirtieron en leyes, que hasta el día de hoy se siguen practicando por algunos narradores despistados.
 El cuento es una extraña criatura inasible, el peor error para un cuentista es pretender definirlo, sabemos que la palabra cuento viene del latín contus o cómputus, que significa: llevar cuenta de algo. En realidad nos dice poco o nada sobre la complejidad de su naturaleza. El uso de la palabra contus no es arbitrario, Borges dice al respecto: “Todos los idiomas que conozco usan el mismo verbo, o verbos de la misma raíz, para los actos de narrar y de numerar; esta identidad nos recuerda que ambos procesos ocurren en el tiempo y que sus partes son sucesivas” (Zavala,1995:39). 
Nadie en su sano juicio se atrevería a explicar una epifanía, el cuento es una epifanía en sí mismo, imposible pensar en limitarlo con categorías estéticas; por el contrario, su categorización es la inclusión, su precepto estético por excelencia: la ambigüedad morfológica.
Todo texto presenta problemas propios, una dialéctica que únicamente afectan a ese tejido narrativo, incluye su forma y su fondo, inseparables como en el poema, su estructura se resuelve partiendo de las cualidades más íntimas de la materia prima con la que se quiere narrar, por tanto las variables posibles de solución son tantas como escritores quieran contar la historia, presentándose una relación única e irrepetible entre el autor y el material narrativo. El cuento es un modelo que contiene su solución, el escritor estudia profundamente la historia que quiere escribir, hasta descubrir la lógica interna de la ecuación.
El escritor de cuentos es un gran lector de narraciones cortas, su objetivo es hacerse de experiencia, conocer la manera en la que los grandes maestros del género resolvieron sus problemas narrativos, no para repetirlos en sus propias creaciones, sino para contar con herramientas que le permitan emprender su propio camino. El escritor está solo frente a la bestia y generalmente es ella la que gana la batalla. Muchas son las tradiciones literarias y cada una aborda, resuelve y estructura los cuentos de manera diferente, es por ello que el cuentista es un hombre de voluntad, no se deja arrastrar por modelos preestablecidos culturalmente. “Michel Foucault enseña que lo original no radica necesariamente en la invención de algo nuevo, sino en el acontecimiento del retorno. Y en el modo del retorno, claro está, que hace a la circularidad perfecta y artística” (Giardinelli,1992:30), el Ulysses de Joyce es el regreso de aquel Ulysses griego, toda guerra narrada tiene algo de la Ilíada, cada niño perdido en una gran ciudad es de alguna manera Oliver Twist, y así ad infinitum.
El cuento carece de una definición exacta; pero cuenta con gran cantidad de técnicas, elementos que se han presentado y mantenido en diversas épocas y tradiciones literarias, algo así como los universales del cuento, entre ellos podemos mencionar a: la acción, la brevedad, el tratamiento de un solo asunto, la abstracción de la realidad, la condensación del tiempo y el espacio, los personajes, la representación verbal, la tensión, la verticalidad, la focalización y los planos narrativos, entre muchos otros; sin embargo los tratamientos de estos universales suelen cambiar.
El cuento es un universo, una extraordinaria herramienta para acercarnos al espíritu humano, una forma de filosofar; presente en todas y cada una de las etapas del ser humano, se ha convertido en un oráculo que en lugar de responder nuestras dudas, nos cuestiona, obligándonos a descubrirnos en el proceso de encontrar las respuestas. La humanidad ha escuchado historias desde su origen, y seguirá escuchándolas hasta el día último en que un hombre o una mujer abandonen este planeta.


 

 

 

Bibliografía  


Bloom, Harold.(2005). Cuentos y cuentistas El canon del cuento. México. Colofón.

Teoría y practica del cuento (1997). México. Instituto de Cultura de Michoacán.
Giardinelli, Mempo.(1992). Así se escribe un cuento. Argentina. BEAS.
Zavala, Lauro.(1993). Teoría del cuento I, Teoría de los cuentistas. México. UNAM.
Zavala, Lauro. (1995). Teoría del cuento II, La escritura del cuento. México. UNAM.