domingo, 22 de agosto de 2010

Pedro Páramo Revisitado


Pedro Páramo

Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

Pedro Páramo es la novela mexicana por excelencia, su modernidad y universalidad aportan una nueva forma de ver el mundo, sobre todo que “Penetra hondamente en una cultura”, (Brushwood,Jhon,1984:192), poniendo énfasis en los mitos que conforman dicho entramado cultural; más allá de hacer un estudio detallado de la idiosincrasia de los personajes, sus fobias o filias, Juan Rulfo sitúa la perspectiva de su novela desde el discurso mítico, el cual es presentado y desarrollado mediante excelentes herramientas narrativas, destacando el lenguaje, ya que nos encontramos con un autor que escribe una prosa narrativa con el aliento y visión de un poeta, es por ello que su poder de síntesis y su economía de lenguaje se convierte en una verdadera proeza del uso del español.

En pocas páginas se crea y recrea un mundo literario completo, gracias a la pericia lingüística de Rulfo vemos a los personajes desenvolverse en una cultura, mediante acciones, motivaciones personales, diálogos, pensamientos y evocaciones, los lectores nos vemos de pronto dentro de un mundo que late al ritmo de su propio corazón, la artificiosidad no tiene lugar en el tejido narrativo, por el contrario, la aparición y desaparición de cada personaje, cada ruido, cada murmullo, tienen el atributo de la naturalidad.

El segundo elemento estilístico en importancia es la estructura, una novela que en pleno 1955 rompía con los convencionalismos de la novela decimonónica; pero con una sutileza que en más de una ocasión engaña, confunde y hasta pierde, de tal suerte que el lector se convierte en una especie de Dante que es guiado por un Virgilio (Juan Preciado), que ignora casi lo mismo que el lector, así lector y personaje se adentran al limbo Comala, para descubrir que de alguna manera siempre han estado ahí, más que llegar, Juan Preciado regresa como un Ulises derrotado por sus muertos.

La estructura tan singular de Pedro Páramo, influenciada seguramente por: Joyce, Faulkner, y Hamsun, se sostiene por: “la negación del tiempo cronológico y la intercalación de causa y efecto de tal modo de que ni la una ni el otro dominan”, (Brushwood,Jhon,1984:192), dicha propuesta técnica está señalada desde la primera línea de la novela: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, (Rulfo Juan, 1993:7), observemos como Juan Preciado dice “vine” y no “fui”, es decir nos habla desde esa geografía mítica que es Comala, y desde otro tiempo; sin embargo, por la forma en que está redactada la novela, creemos que el tiempo narrativo de Juan Preciado es el presente perfecto, cuando en realidad se trata de un pasado, es pues el pasado de un muerto, uno más en ese páramo de muerte.

La novela es una caja de resonancia de voces, murmullos, estamos frente a una novela coral, un coro triste, ausente, desdibujado en la baja niebla de ese pueblo fantasma. El tiempo es muchos tiempos, a la vez que las voces son también muchas, se entretejen, la linealidad no existe ni en el argumento, ni en los tiempos y espacios, que son segmentados, fragmentados, logrando la atmósfera espectral que predomina en toda la novela.

Pedro Páramo es una novela que tiene un importante raigambre en la cultura mexicana, específicamente con los altos de Jalisco, sus personajes están cerca de una tradición folklórica, de situaciones que logran captar la magia de esos pueblos, es sin duda un texto maravilloso, en el sentido que le da Carpentier: “(es) algo extraordinario que causa admiración”, (Menton, Seymur.1998:169), un mundo poblado por muertos vivientes, muertos que mueren en la muerte, muertos que ni siquiera son seres completos, solamente queda de ellos: pedazos, polvo, voces, recuerdos, que se desmoronan como si fueran un montón de piedras.

Estamos frente a un mundo de difuntos, más que de muertos, en su consideración más mexicana, el mexicano no tiene muertos sino difuntos. En la novela de Rulfo la magia es cotidiana, es parte de la vida corriente de los pueblos, no hay invención, más bien estamos frente a la recreación poética, Rulfo es un autor que escribe con el oído, su tejido narrativo es dialógico en muchos sentidos, pero también sus giros de lenguaje nos sitúan en un lugar determinado, en una cultura identificada, es pues a través del lenguaje como nos envolvemos en la trama, que como ya dije no es lineal, por el contrario, su fragmentación exige al lector acomodar las piezas para darle coherencia lógica a lo que se cuenta.

“Como si hubiera retrocedido el tiempo. Volví a ver la estrella junto a la luna. Las nubes deshaciéndose. Las parvadas de los tordos. Y en seguida la tarde todavía llena de luz”. (Rulfo,Juan,1993:71), dice Juan Preciado en uno de los capítulos, como haciéndonos un guiño, recordándonos que estamos en una lógica de tiempo diferente al racional.

En la construcción del lenguaje en sí mismo, podemos señalar que Rulfo tiende a la síntesis, la condensación, buscando siempre el silencio, he ahí que sus frases son cortas, arcaicas, sin mayores adornos, pero eso sí, son precisas y profundas como un buen epitafio.