viernes, 27 de junio de 2008

Antígona en San Cristóbal



Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

“Los griegos están en todo”, reza el lugar común. Hace unos meses un grupo de amigos planteó una curiosa pregunta: “¿Quiénes integran el canon universal?”. Dicho cuestionamiento provocó una discusión que se prolongó el resto de la noche, por supuesto el nombre de Harold Bloom y su Canon Occidental, el Lo clásico y el talento individual de T.S.Eliot y hasta el ¿Para qué poetas? de Heidegger, fueron nombres y obras que matizaban nuestras opiniones.

Para muchos Harold Bloom es más un provocador que un filósofo del lenguaje, considero que precisamente su combativo discurso lo hace aún más atractivo, aún cuando reconozco que en ocasiones su temperamento vertiginoso lo conduce a laberintos oscuros. Bloom considera que es la obra de Shakespeare donde se asienta el canon occidental. Alguien ha mencionado que Shakespeare fue un griego nacido en lugar y tiempo equivocado.

Probablemente hoy podríamos leer, sin inmutarnos, un buen tomo de tragedias griegas con los nombres de los maestros: Sófocles, Esquilo, Eurípides, y W. Shakespeare.

La plática con los amigos me llevó a tomar una determinación que venía madurando hacía unas semanas: Para entender el canon occidental, debo entender la cimiente griega. Comprendo que me dirán que esa conclusión es viejísima, un lugar común y una pedantería. Concediendo todos esos “argumentos”, llego al momento más o menos clave de la situación. Es cierto, todos leímos a los griegos, sin embargo comenzar un recorrido sobre nuestras propias huellas en la nieve, como el niño de El Resplandor, podría darme una perspectiva nueva con respecto a los orígenes de lo que somos.

Así pues comencé una organización de lecturas: Homero verdadero padre seminal, algunas historias de Grecia, La Paideia, historia de la filosofía griega, tres tomos de historia y sociedad en la Grecia clásica, por supuesto el regreso a Platón y Aristóteles, Hesíodo, etcétera, etcétera.

La Iliada fue mi regreso al paraíso perdido, justo cuando terminaba el bello poema épico, me reuní con mi buen amigo Emilio Lomé, hablamos de cosas, cosas, cosas, hasta que por azar comenzamos a jugar con los héroes de La Íliada, yo decía el nombre y él el epíteto, para esto debo decir que Emilio se sabe de memoria partes completas de La Íliada, la risa, la ironía, la sorpresa nos acompañaron. Es curioso, el verdadero diálogo aparece en momentos tan inesperados, la verborrea de la cotidianidad se empeña en opacarlo, pero de pronto ¡zaz! se establece para volverse casi una epifanía, con mi amigo Emilio he conversado en muchas ocasiones; sin embargo, creo que cuando hablamos de Borges, Poe, Cortázar, Homero (autores que pertenecen a su canon, al igual que el mío), es el momento en el que en verdad somos nosotros, digamos que hay algo de travesura, de impune vicio compartido.

El mismo día que dialogaba con Emilio Lomé, apareció Fernanda del Monte, una joven promotora cultural, para invitarnos a un espectáculo teatral, ¿Qué presentaban?, nada más y nada menos que Antígona, ¿coincidencia?, ¿una jugada de los hados?, o simple y sencillamente se confirmaba el lugar común “Los griegos están en todo”.

Fernanda nos platicó que ha comenzado junto con Gabriela Ottogalli un proyecto de nombre Casa Teatro, lo interesante, valioso, y valiente de tal empresa, es que se trata de una iniciativa independiente, ante la incapacidad de las autoridades municipales y estatales que no han sabido ofrecer propuestas culturales de calidad para una sociedad que día a día se deshumaniza ante la deplorable televisión. Casa Teatro pretende ser un espacio donde se impartan talleres, realizar obras de teatro, exposiciones de pintura, fotografía, presentaciones de libros. Sin duda uno no puede dejar de agradecer dichas iniciativas de una sociedad civil que se niega a consumir la basura institucionalizada, con sus respectivas excepciones.

Fernanda y Gabriela, quizá con el mismo espíritu de regresar a los griegos para entendernos mejor, han elegido una extraordinaria obra para comenzar sus presentaciones: Antígona. Narración en Rojo y Negro, versión libre de Luis Sarlinga sobre Antígona de J. Watanabe. Las presentaciones más próximas serán el viernes 27 y sábado 28 de junio a las 20:30 hrs. y el viernes 4 y sábado 5 de julio a las 20:30 hrs. La Casa Teatro se ubica en DR. Navarro 35 A, barrio del Cerrillo. Espacio limitado, reserva tu lugar a los teléfonos: 967 67 9 37 15 0 967 101 23 50. Si lo prefieres escribe al mail: margaritatrota@yahoo.com

Enhorabuena a Fernanda y Gabriela por comenzar este interesante proyecto.

miércoles, 25 de junio de 2008

Fichas para (des)ubicar a Heriberto Yépez


por:Evodio Escalante


Si su nombre fuera Narciso, sería un guitarrista de fama mundial. Pero se llama Heriberto y vive en Tijuana. Desde ahí ha armado una máquina de guerra contra el pensamiento osificado y senil. Una guitarra, una computadora, un cuerno emplumado no serían más que emblemas ociosos: trabaja con el lenguaje. Su máquina de guerra es el lenguaje, esa totalidad en movimiento. Por eso practica todos los géneros: la poesía, la crítica, el ensayo, la novela, la intervención artística, la psiconáutica, el blog. Es lo que de manera cursi se conoce como un polígrafo. Desde la época de Alfonso Reyes y de José Emilio Pacheco, heresiarcas modestos pero a la vez imprescindibles, no había surgido entre nosotros alguien que tuviera este sentido de la inteligencia promiscua, este disfrute lúcido del logos convertido en heterología.
Renunció hace años a la poesía, pero bastaría con lo que en este género llegó a publicar para que se le recordara en los pasadizos subterráneos de nuestras letras. Quien quiera comprobarlo, revise los textos de Yépez con los que se corona la antología que prepararon Harry Polkinhorn y Mark Weiss, Across the Line /Al otro lado. The poetry of Baja California (San Diego, Junction Press, 2002.)
La velocidad de su inteligencia produce vértigo, porque altera las coordenadas. La velocidad de la luz engendra la sincronía. El todo en todos. La velocidad es en sí misma una inaudita fuerza de compresión. El final empalma con el principio; la teleología con la arqueología; el cráneo con el coxis. La rapidez al límite todo lo convierte en esfera, en burbuja diáfana de cristal. El círculo de los círculos, que se tiene por inalcanzable, es ya de cierto modo realidad empírica, porosidad y pantano del troje en el que vivimos.
Ubicado en el vértice, en la cuña de dos culturas, fronterizo hasta las cachas, Heriberto Yépez es de aquí y es de allá, sin que esta contradicción lo aniquile o desgaste. Angloamericano y mexicano, aztlanero aunque no lo quiera por obra de la imaginación, y por lo mismo antichicano, hereda con igual intensidad a Pound y a Charles Olson que a Villaurrutia, Gorostiza o Mario Bellatín. A la perdurable influencia de su maestro, el legendario Horst Matthai, un discípulo de Gaos, el único filósofo alemán formado en nuestro país, se debe su predilección por Heráclito y Hegel. Ya es sintomático que su libro ensayístico más reciente, El imperio de la neomemoria (Oaxaca, Almadía, 2007), se abra con un epígrafe del pensador del fluir incesante.
Ha dado a las prensas dos novelas, El matasellos (México, Sudamericana, 2004), fabulación postmoderna a la que alguien reprochó, aunque usted no lo crea, que en sus parajes no se descubriera la ciudad de Tijuana (¡ sic !), y A. b. u. r. t. o. (México, Mondadori, 2005), reconstrucción psiconáutica del cerebro del presunto asesino de Colosio y a la vez una de las mejores radiografías acerca del México negado de nuestros días. Esta última quedó enlistada en la encuesta de treinta años de novela en México realizada por Nexos . Aunque agotada desde hace tiempo, la editora (¿Who knows his reasons? ) no la ha puesto de nuevo en circulación.
Igual que Borges leía a los grandes filósofos del idealismo alemán como secretos cultivadores de literatura fantástica, Yépez considera que lo mejor de Wittgenstein tiene que ver con su condición de místico y literato obsesionado siempre por problemas de estilo. Lo cito: “Ludwig Wittgenstein pertenece a la literatura, no a la filosofía. Es parte de la historia de la lógica, no de su espíritu [ … ] Su lucha con el lenguaje no es el desconcierto acostumbrado del filósofo con su instrumento de trabajo, sino la relación amor/odio que mantiene el poeta con su materia prima.” (Véase Ensayos para un desconcierto y alguna crítica ficción). En este mismo libro, se divirtió anunciando (y denunciando) lo que él carnavalescamente llama el “Pazentrismo de la cultura mexicana del siglo XXI. ”
“Absurdo, sólo tú eres puro!”, exclamaba Vallejo en Trilce. Con ello dio la pauta para todo, o casi todo lo que iba a venir en el plano de la creación. No es casual que en este punto Yépez trabaje de modo sistemático en la deposición de la categoría autoral. Los heterónimos de Pessoa se convierten en el emblema inevitable de nuestro tiempo. El heterónimo vampiriza desde el inicio la (con)sagrada propiedad del nombre, bien entendido como identidad del autor. De las propuestas que contiene Sobre la esencia impura de la crítica (Tijuana, Centro Cultural Tijuana/Conaculta, 2007), quizás la más sugerente reside en su manera de leer a Borges. Aunque el Borges de “El Aleph” tiene un lugar de privilegio en su fantasmagoría, el énfasis de Yépez en el voluntario pastiche de las Crónicas de Bustos Domecq, no importa que escrito en coautoría con Bioy Casares, nos descubre a un escritor muy próximo a las metafísicas ocurrencias de un Marcel Duchamp. Para entender las derivas del arte contemporáneo, mejor que “Pierre Menard, autor del Quijote”, habría que leer el “Homenaje a César Paladión” o demorarse “Una tarde con Ramón Bonavena.”
La crítica carece de “esencia”; necesita del otro para inventarse a sí misma, y en ese necesitar al otro también se ve en la obligación de crearlo. El objeto de la crítica es una fabulación de la crítica misma. Señala Yépez en Sobre la impura esencia de la crítica: “La esencia de la crítica es convertirse en un simulacro. El crítico siempre está escribiendo sobre su disciplina, pero lo hace de manera colateral u oblicua, simulando estar ocupado de algún libro, época o autor.” No falta en esta visión el cilicio de quien se inflige a sí mismo tortura: “La figura decrépita del crítico como animal parasitario o enemigo subrepticio del literato no puede ser eficientemente desmentida. Todo crítico encierra en sí mismo un personaje escurridizo y lamentable; es alguien que puede hacer de su subdesarrollo una ventaja.”
En Sobre la impura esencia de la crítica el (hetero)autor aborda (y desborda) textos de Laura Riding, de Oscar Wilde, de Xavier Villaurrutia, de José Gorostiza, de Rumi, de Hugo Hiriart, de Mario Bellatín, de Joseph Conrad, de Borges, de Cardoza y Aragón. Los desborda porque siempre va más allá de los textos, descubriendo las imposturas de la crítica, y haciendo de la misma impostura un acto a la vez de vandalismo y de creación. Se diría que la crítica precipita a la poesía (en el sentido de “apresurar”, pero también de “arrojar al vacío”) para poder salvarla mejor. Si, como asegura Yépez, “la infidelidad es el paradigma rector del lenguaje”, la prosa del crítico es un artilugio de rescate y vivificación. La inteligencia de la crítica parasita las obras y les devuelve lo que ya estaba implícito pero les faltaba en el pensamiento. Por eso concluye el autor: “Los autores expuestos en este libro son tan sólo algunos ejemplos notorios de cómo la literatura crecientemente se imagina a sí misma en forma de crítica.” Estamos, imposible negarlo, en la era hegemónica de la reflexión.
Foto: Ricardo E. Tatto
Yépez cree en la teoría del solipsismo textual. Por eso afirma: “Cada obra es una mónada cerrada (Leibnitz) en que cualquier referencia ajena es impertinente.” Encontramos ahí mismo: “Creer en el valor extratextual de la escritura es una aberración. Han sido nuestros pésimos hábitos de lectura crítica los que nos han inculcado la idea de que el valor de un texto excede su propio límite verbal. Ya lo saben los taoístas: el lenguaje no puede expresar nada del mundo. El lenguaje no habla del mundo.”
El lema filosófico de Yépez fue descubierto hace ya muchos años por la escritora estadunidense Laura Riding, y dice así: “La verdad siempre se despliega en un número infinito de círculos que tienden a ser, pero nunca son, concéntricos.”
No me parece exagerado señalar que uno de los modelos tangibles de El imperio de la neomemoria, de Yépez, es el muy sonado Anti-Edipo, de Deleuze y Guattari. No lo digo para emparejarlo según la lógica mimetizante de la analogía hoy en boga, sino para singularizarlo en lo que tiene de único. Los análisis que arropa este libro en torno al mito de Edipo pueden descobijar a cualquiera. Se trata de una de las interpretaciones más originales y más perturbadoras que nos sea dado encontrar en cualquier lengua. Son éstas, para mí, las páginas maestras de este caótico, prolífico y a veces excesivo discurso que se ocupa en su mayor parte del pensamiento de Charles Olson y su valor para entender esa extraña realidad que son unos Estados-Unidos y su co-cuerpo mexicano.
Edipo, leemos estupefactos, es un tirano tiranizado. “Es evidente que el mito de Edipo, desde su arranque, involucra la relación del amo y el esclavo.” “Edipo es un mito elaborado por los sirvientes, un mito hecho para ser escuchado por los amos.” Más allá de Freud, pues.
La visión sorprendente y genial, empero, está tiranizada por la velocidad, y acaso por una nostalgia anárquica del cuerpo orgiástico originario. La aceleración logarítmica del pensamiento (Instant Karma) borra curvas y sinuosidades, con lo que el mundo especulativo de la esfera queda anulado por la mentira de la línea. Ahí mismo, en la sugerente y poliédrica interpretación del Edipo, a la que por supuesto, hay que acudir con cuidado, esta recaída en el más básico prekantismo, quiero decir, en la suposición de que es posible conocer prescindiendo de estructuras a priori : “Si tuviésemos oídos sabios escucharíamos que lo que la tragedia edípica comunica es que no debemos siquiera tener modelos generales sobre la realidad. Vivir bajo el auspicio de cualquier sistema –El Cuatro. El Tres. El Dos– es vivir tiranizado –por el control de lo UNO.”
Estimo que el panta rei, el “todo fluye” heracliteano, no debe fluir tan rápido como para que borre los ángulos roñosos de la realidad. La facilidad de las asociaciones puede ser una zanja para el filósofo. Por eso el Hegel de la Fenomenología sostenía que para no incurrir en el plano de los pensamientos edificantes (que por otra parte, no edifican nada) había que atender siempre a “la seriedad, el dolor, la paciencia y el trabajo de lo negativo”. Que es como decir: sólo a través de este calvario de la mente podremos definitivamente superar el Edipo. Que este sea el colofón.


Fuente: La Jornada.

martes, 24 de junio de 2008

Scott Walker: genio, camaleónico y marginal.


por:Alonso Arreola.


Estamos rodeados de signos;nuestro imperativo es no ignorar ninguno.Contra la originalidad, Jonathan Lethem
No cabe duda, s iempre que se cree haber llegado al origen de algún género musical, al inicio de una corriente, al umbral del que salió un nuevo lenguaje, irremediablemente aparece alguien o algo detrás, una influencia o fuente inspiradora anterior al anzuelo que nos hizo investigar, un paso previo gracias al cual otros se conmovieron para, ellos sí, cambiar la historia transformando los signos de una tradición.
Si pensamos en Bob Dylan, verbigracia, y decidimos ir a fondo persiguiendo sus preocupaciones, llegaremos no sólo al icono folk Woody Guthrie, sino a Shakespeare y el cine clásico de Hollywood. Si pensamos en Los Beatles aterrizaremos en Elvis. Si en Eric Clapton, escucharemos los ecos de Robert Johnson. Si en Los Lobos, resurgirá Ritchie Valens. Esto por no ahondar en géneros como el jazz, el clásico o las músicas étnicas cuya esencia radica, precisamente, en un paso de estafeta generacional.
Encadenamiento obvio, es cierto que cuando en expresiones como el rock aparece un fenómeno de época, su imagen tiende a borrar no a sus mayores y evidentes influencias, sino a esas otras figuras impopulares a quienes igualmente debe el rumbo de su a rte; y las borra sin quererlo siquiera, aunque en algunos casos parezca un sospechoso intento de maquillaje para llevarse el crédito de un descubrimiento ajeno.
He ahí una de las tristes cosas que ha causado la industria musical, la de equiparar una canción con una isla en la cual se pueden clavar banderas que determinen su señorío. Situación insostenible en la era del mp3 y Myspace.com, hoy es posible desandar el camino para desempolvar las huellas digitales, la piel muerta, los cabellos tirados, las medicinas olvidadas, todo para averiguar –muy csi de nuestra parte– quién estuvo en tal o cual habitación sonora antes de que otros vinieran para llevarse una gloria sin nombre y apellido.
Tal es el caso de Scott Walter, extraño crooner estadunidense de sesenta y cinco años de edad, avecindado en Inglaterra desde hace décadas, cuyos éxitos en el escenario de la balada vocal y los inicios del rock experimental lo hicieron triunfar, para luego, de la manera más sorpresiva, volver a la grabación de discos con una muy distinta intención estética.
Primero como ídolo adolescente en la televisión de los cincuenta y más tarde como estrella del canto en boga con The Walker Brothers (al lado de John Maus y Gary Leeds), el además bajista comenzó a separarse del mundo pop gracias al bajo eléctrico y a su gusto por intérpretes más o menos afectados como Tony Bennett, Jack Jones, Mark Murphy y Jerry Butler.
Con “Make It Easy on Yourself”, una balada de Burt Bacharach, Walkter y compañía llegaron al número uno del chart ingles y al dieciséis del estadunidenese. Luego hicieron “My Ship Is Coming In” y más tarde “The Sun Ain't Gonna Shine Anymore”, todos grandes éxitos para el trío, lo que terminó por dejar el campo libre para la emancipación de Scott, quien comenzó a grabar con el legendario Phil Spector.
En este punto, querido lector, puede que ya comience a pensar por qué nunca ha oído hablar de Walker. La razón es que, como todo producto de masas, creció y se desinfló con igual fuerza y vértigo. Para 1968 el cantante, profundamente afectado por la obra del compositor Jacques Brel, decidió explorar los terrenos de la música clásica y contemporánea, lo que terminó por definir su inconfundible estilo vocal. Para ello viajó a Quarr Abbey, un monasterio en la Isla de Wight (sí, lugar de los emblemáticos festivales), y se internó en el estudio de los cantos gregorianos.
Sus primeros tres discos ( Scott 1, Scott 2 y, sí, adivinó, Scott 3 ) tuvieron buena acogida y grandes ventas. Al mismo tiempo y en sentido contrario, Walker se distanció de su audiencia, se alejó de los periodistas y transformó su imagen en la de un marginal. Tenemos entonces a una estrella de televisión adolescente que se convierte en exitoso cantante pop para luego volverse baladista de oscuridades insondables, ancladas en inflexiones vocales del medioevo. Tales cambios, por supuesto, tendrían profundos efectos en contemporáneos como David Bowie y David Sylvian, otros dos monstruos del más interesante y relevante rock inglés.
En 2006, Walker realizó su más reciente, aclamado y multipremiado álbum, The Drift, luego de once años sin presentar nada nuevo; verdadero pretexto para esta nota, en ese mismo período se mantuvo activo realizando colaboraciones con gente como Goran Bregovic, Nick Cave, Léos Carax, Ute Lemper y Pulp. Igualmente, coprodujo un documental sobre su vida, Scott Walker: 30th Century Man, con entrevistas a David Bowie, Radiohead, Sting, Gavin Friday y muchos otros músicos más. ¿Vale entonces la pena acercarse a su obra? Queden como provocación estas palabras suyas durante una vieja entrevista: “Me he convertido en el Orson Welles de la industria discográfica. Todos quieren llevarme a almorzar, pero nadie quiere financiar la obra.”


Fuente: LA Jornada.

domingo, 22 de junio de 2008



Por: Raúl Vázquez.





Por fin vio la luz mi primer libro, en el que también participan Mario Alberto Bautista y Marco Antonio Castañeda. Sin bien, la búsqueda poética ya no es la misma, sí, se podría decir, es testimonio de un momento, de un tiempo significativo en mi proceso de escritura.Raúl Vázquez Espinosa.................................................Aquí un extracto del prólogo:
El más joven poeta es propenso al texto lírico: los fenómenos externos se ven casi siempre a través de una conciencia que observa, a través de un pálpito, de un vuelco en el corazón. El consabido proceso de las artes en el que se va de lo lírico a lo dramático, de lo personal a lo impersonal, se verifica con lentitud en el escritor en ciernes. Es un tránsito que en ocasiones incluso nunca llega a cumplirse.
Inversamente, sin embargo, el lector de Entre lo timorato y lo arrogante encontrará a tres jóvenes autores que dan muestra de un inicial desprendimiento de sus emociones, que ya se apartan de esa conciencia observante por la que pasa el mundo para proyectar en sus versos el drama colectivo, el drama en gente al que se refería Fernando Pessoa.
Mario Alberto Bautista, quien abre el volumen, es muestra fehaciente de ello. Con una capacidad de observación poco frecuente, incluso en autores de más edad, Bautista ha construido un conjunto de breves como brillantes textos donde se busca ante todo la precisión, no tanto el testimonio de las sensaciones, sino la exactitud de lo observado, la potenciación de la palabra. Baste un solo ejemplo: “es de carne una moneda” escribe para referirse a la mantarraya, que titula su breve intervención.
Raúl Vázquez Espinosa es el poeta que más se acerca de los tres a la despersonalización arriba mencionada: mediante una combinación adecuada de versos tradicionales (“Inevitable pensar en los que sufren”) y vanguardistas (“Como de ángel viene/ la caramida”), establece imágenes desconcertantes sobre una realidad tan dolorosa, así como una atmósfera sofocante y cruenta.
En la última sección, last but not least, Marco Antonio Castañeda logra poemas límpidos en referencia, no a la cara visible de la vida, no a la evidente, sino a la escondida. Se trata de “La cara secreta de las cosas” en donde “Las calles soportan su cansancio/ como la más luz soporta/ la menos noche”.
José Martínez Torres

domingo, 15 de junio de 2008

Un historiador con vocación literaria




Alejandro Mijangos


Un nuevo directivo en la UNICACHRené Correa Enríquez es el actual coordinador de la licenciatura en Gestión y Promoción de las Artes de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Es licenciado en Historia y tiene la maestría en Letras Latinoamericanas por la UNAM.




Pronto se integrará al posgrado en Ciencias Humanísticas del CESMECA con un proyecto de tesis que abordará la figura discursiva del indígena dentro de la literatura narrativa y la historiografía chiapaneca del siglo XX. Su propósito es detallar cómo los historiadores y literatos, luego de haber convertido al indio en un objeto de estudio o creación artística recurrente, han terminado por construir un estereotipo denigrado de este sujeto, un individuo denostado frente a los mestizos.René Correa forma parte también del Comité Editorial de la revista Lacandonia. En ella ha publicado un artículo sobre las relaciones entre literatura e historiografía, un tema que ha sido el leit motiv de su vocación.Sus proyectos de carácter editorial comprenden además la edición crítica de la novela Florinda, de Flavio Paniagua, un compromiso adquirido con el ex rector Jesús Morales Bermúdez luego de una consulta que éste le hiciera sobre la calidad de las ficciones de contenido histórico en Chiapas. Correa ha declarado no estimarla como una obra fenomenal, pero dentro del conjunto de libros de Paniagua, rescata Florinda por ser la mejor elaborada en tanto producto narrativo sujeto a la normativa literaria.El puesto administrativo que hoy ocupa lo obtuvo después de tres años desempeñados en la docencia y gracias a la promoción que el director de Artes Julio Pimentel y el Dr. Amín Miceli le hicieran con base en la calidad de su trabajo y la entrega que hasta este día ha demostrado a la universidad.La escasa formación lectora detectada entre sus alumnos chiapanecos le ha dejado un resabio de amargura a la par que una lección de paciencia y tenacidad. Son chicos muy trabajadores, dice, pero la mafia entre sindicatos de maestros de nivel básico y sus permanentes huelgas y paros han deformado a estos jóvenes desde muy temprana edad. Y puntualiza: “He tenido estudiantes de primer semestre que no saben hilar un solo párrafo. Muchos nos acusan a los formados en Letras que todo queremos verlo desde la habilidad lectora. Sin embargo, ésa es realmente la base de cualquier desarrollo intelectual. Escribes como piensas, y si tu sintaxis es mala tu pensamiento entonces es desordenado. Tu escritura muestra tu manera de ver el mundo”.Como coordinador de Gestión y Promoción de las Artes tiene como objetivo inmediato situar la licenciatura en el nivel 1 de los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES) a través de la consolidación del cuerpo académico (“urge que dispongamos de una plantilla definitiva de profesores de tiempo completo”), propuestas de especialidad y modalidades alternativas de titulación como la formación de carpetas testimoniales donde se registren todas la actividades de gestión y promoción culturales realizadas por los estudiantes a lo largo de su estancia en la universidad —esto último tomando por modelo algunas licenciaturas de la UAM que tienen como opción de titulación la trayectoria académica de los egresados.“Quisiera también hacer particular énfasis en el asunto de la gestión y la promoción, porque nuestros jóvenes toman cursos relacionados con la creación artística, algo que por supuesto no desapruebo pero que tampoco es la médula de nuestro plan de estudios. Ellos están aquí para aprender a difundir obras con valor artístico, y no para crearlas forzosamente”.El aterrizaje a la selva chiapanecaRené Correa había visitado antes el estado atraído por su belleza turística. No se traslada definitivamente a San Cristóbal de Las Casas, donde reside desde hace tres años, sino hasta que un ex compañero de la Facultad de Filosofía y Letras, originario de Yajalón, le habla sobre universidades públicas jóvenes como la UNICACH, que tenían la necesidad de contratar a catedráticos debido a su reciente creación. Para entonces él ya “estaba harto de vivir en el corazón de la Ciudad de México, harto de las poses, de la rapiña desatada por pequeños puestos, del estruendo, del humo y del vértigo”. Aquí lo recibe la Mtra. Ana María Rincón, a la sazón coordinadora de la Licenciatura en Historia. Comienza impartiendo la asignatura “México Siglo XX” y con el paso del tiempo se desplaza a la Escuelas de Artes con materias como “Metodología de la investigación” e “Historia de la cultura”.René Correa no duda en masticar por enésima vez el cliché al referirse al estado: “Chiapas posee una riqueza cultural enorme”. A Chiapas debe asimismo el título y contenido de su tesis de maestría: “La narrativa chiapaneca: otra mirada a la historia”. El interés por la entidad es relativamente reciente. No lo es su amor por la historia, la literatura y sus mutuas relaciones.Años formativos: de Sanborns al Reader’s DigestAl igual que muchos de sus ídolos literarios, entre los que figuran con especial brillo los autores “procedentes de las bases de la sociedad, obligados a ganarse el pan mediante diferentes chambas y capaces de mandar al carajo todo”, René Correa ha enriquecido su curriculum con oficios varios: desde la estadía en Sanborns hasta la colaboración como freelance en revistas como el Reader’s Digest, Cinefagia o La pluma del ganso. “En un principio me encargaba de investigar temas que sirvieran como base para artículos relacionados con América Latina. Luego me encomendaron la redacción de gacetillas y anecdotarios que aparecían en la parte inferior de las páginas del Reader’s Digest”.Al mismo tiempo, y aún en el DF, aprovechaba su tiempo libre para asistir a cursos y talleres de creación literaria. En 2001, como prueba de que la inversión de tiempo y dinero en estos pasatiempos no había sido en balde, obtiene el segundo lugar en el concurso de cuento Acatlán con el texto “El indio no tiene la culpa”, antecedente literario de la tesis de posgrado que ahora proyecta en el CESMECA. En su relato se dirime claramente el antagonismo social entre un argentino arrogante, seguro de una identidad europea exiliada en América, y un indígena al que desprecia.Del 2002 al 2003 se desempeñó también como docente en el Claustro de Sor Juana, donde impartió clases de “Historia” a estudiantes de Gastronomía, “Ciencias de la cultura”, “Teoría de la cultura” y “Hermenéutica”, y en el Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe, a nivel bachillerato, las materias de “Historia” y “Redacción”.A partir de entonces, todos sus menesteres se concentraron en la investigación y docencia y tuvieron como foco de atención los estudios históricos y literarios, o más específicamente narrativos. Años antes su tesis de licenciatura había tenido por título “México: la visión de Malcolm Lowry”, un documento con el que demostraba la posibilidad de ejercer su profesión de historiador sin recurrir al archivo pero, principalmente, sin dejar de lado la vocación literaria que adquirió cuando, pequeño, su hermano le diera a leer “Los motivos del lobo“, de Darío. Paseos por la narrativa chiapaneca, libro en vísperas de publicarse este mismo año por el CONECULTA, confirma su afición por las letras: “Se trata de un libro de crítica literaria de mucha pertinencia a nivel estatal. Chiapas presume sus poetas pero no existe una tradición reflexiva de apreciación a lo producido en la entidad. Mi trabajo de investigación aborda algunos de los narradores chiapanecos más connotados con base en el análisis estructural del relato abanderado por teóricos como Humberto Eco, Roland Barthes, Rosa Aurora Pimentel y Helena Beristáin”.“Chiapas aún no tiene un novelista que lo represente”Su novelista predilecto es Umberto Eco, y en México, a nadie rinde mayor culto que a Fernando del Paso. Él mismo prepara una novela histórica situada en Chiapas durante la época de la Colonia. “Los críticos se apresurarán a decir: otra más. Pero lo cierto es que el tipo de novela histórica que yo siempre he tenido en mente se aproxima más a las concebidas por Eco o Del Paso que a esos estereotipados productos que se arrogan el adjetivo histórico solamente por incluir personajes de siglos pasados. “Para mí una genuina novela histórica es aquélla que a partir de su composición y el juego lúcido de instrumentos narrativos como la temporalidad y el espacio te plantean un problema histórico. “Voy a darte un ejemplo: en El nombre de la rosa Eco se permite hacerse contemporáneo de un filósofo de otra época. Cualquier historiador puntilloso que acuda al texto salta y apunta el anacronismo citado como inadmisible. “¡Eco rompe con la verosimilitud!”, clamaría. No obstante, la novela de Eco en realidad está planteando una problemática de carácter histórico incontestable que es este vigilar y castigar, por decirlo de algún modo, de la iglesia católica. “Es en este sentido también que una novela catalogada dentro del boom hispanoamericano como Cien años de soledad es susceptible también de una lectura historiográfica que la interprete como un testimonio de la intervención del imperialismo económico de Estados Unidos en la realidad del Caribe”.René Correa tampoco reconoce en Chiapas un novelista digno de representar al estado. “Rosario Castellanos fundó una corriente que a estas alturas nadie ha retomado con el mismo vigor y talento narrativo, y de Eraclio nos queda apenas Benzelul, una obra que aún no ha sido rebasada en términos de calidad literaria por su última tetralogía”.Los motivos de RenéNació el 25 de febrero de 1973 en la Ciudad de México. Tenía diez años cuando su hermano mayor, el periodista César Correa Enríquez, le acercó el poema de Darío “Los motivos del lobo”. El diálogo entre San Francisco de Asís y el depredador justamente resentido contra la raza humana le impresionó lo suficiente como para responder desde entonces a cuantos les preguntaban “¿Qué quieres ser de grande?” “Escritor”.Y escribió y ha escrito y seguirá escribiendo con la cautela de un lobo que se resguarda de ser lapidado por la crítica mediante una autoexigencia rayana en la astucia, la misma astucia que Monterroso le atribuye al zorro de apenas dos libros en La oveja negra y demás fábulas. Nunca, excepto durante la maestría, fue un buen estudiante, como él mismo se jacta. Había decidido estudiar Derecho. Pero una vez que se disponía a sacar ficha para examen de ingreso en la UNAM, sólo le quedaban como opciones Historia, Letras y Gastronomía. Se decide por Letras y, “justo en la ventanilla, me anuncian que estaba saturada”. Ya en Historia se aficiona a los estudios de hermenéutica, semiótica e historiografía. Cuando advirtió que podía moverse entre las páginas de un texto literario con el mismo vehículo teórico que le había brindado su carrera, no dudó en elegir Under The Vulcano como objeto de estudio para su tesis de licenciatura, y aun mucho antes de haber sido aprobada ésta, ya estaba inscrito en la maestría de Letras Latinoamericanas: “Entré sin haber concluido la licenciatura. No podía desaprovechar la oportunidad de involucrarme en un posgrado de esa naturaleza. Y si algo puedo decir en descargo de mi precipitación, es que acabé mis créditos en tiempo y forma sin necesidad de ser becado”.




FUENTE: Contacto Digital.

martes, 10 de junio de 2008

Crítica ante el espejo TRES



Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

Prefiero pasar por necio o estúpido, con tal de que mis faltas me den placeres o ilusiones, que ser sabio a rabiar.
Horacio.


Si los griegos tuvieron a Platón, los romanos contaron con Horacio. La literatura romana se forjó con la literatura y filosofía griega, Borges ha dicho por ahí que Roma era una isla de Grecia. Horacio fue el crítico más importante del mundo latino; pero su formación se la debe directamente al mundo griego. Él era hijo de un liberto que decidió que su hijo se educara como si se tratase de un joven ateniense, para ello lo envía a estudiar a La Academia, fundada por Platón, ahí estudia filosofía y poesía.
Años más tarde tendrá una penosa participación militar, luchando en el ejército republicano, mismo que fue derrotado por Marco Antonio y Octavio. Gracias a una amnistía regresa a Roma, logra hacerse amigo de Augusto, quien lo invita a fungir como su secretario personal; pero Horacio se niega, ya que está decidido a dedicarse a escribir poesía.
Hacia el año 20 a.c. publicó el libro I de sus famosas Epístolas, eran una veintena de cartas escritas en hexámetros donde expone sus puntos de vista sobre: sociedad, literatura y filosofía, destacando su inclinación por las doctrinas de Epicuro. Tiempo después (no existe fecha exacta), publica sus Epístolas II; Las Odas; y la Epístola a los Pisones, que se hizo famosa como La Ars Poética.
Es importante señalar que esta obra ejerció una influencia determinante en su tiempo y durante el Renacimiento y en el periodo neoclásico. A diferencia de Aristóteles, Horacio se presenta como un agudo conocedor de las formas de la creación artística, sobre todo tratándose de un poeta, tan grande que cuando muere Virgilio, es precisamente Horacio a quien se unge como su sucesor.
Así las cosas, ahora el crítico es también un poeta y escribe sus consideraciones estéticas con el lenguaje propio de la poesía, ni más ni menos que hexámetros perfectos. Horacio escribió: “El vino viejo y la literatura griega”, a los jóvenes los insta para que día y noche lean las obras maestras griegas; es decir que aun cuando siempre se manifestó en querer arrebatarle a Grecia su supremacía en el arte, su visión de cómo crear obras artísticas estaba profundamente inspirada en las obras griegas.
Horacio veía en la excesiva originalidad un grave error, cuando Platón y Aristóteles hablaban de imitar, se referían a tomar elementos de la naturaleza, en el discurso de Horacio la imitación va más allá, recomienda observar lo escrito por poetas del pasado, nunca conformarse con lo que tenemos a nuestro alrededor. “Estarás más seguro si te atienes a la tradición”, parece decirnos. Para él los temas viejos son materia prima para componer, afirma que el verdadero talento del poeta está en expresar como nuevo lo antiguo.
Horacio incluye elementos que vistos a la distancia nos pueden parecer obvios, pero que fueron verdaderas revoluciones en el arte de componer, él introduce la idea del Conjunto como unidad, “no ha de ser para poner en uno lo fiero con lo manso”. La obra es un todo, y por lo tanto debemos analizarla como tal, en grave error caería el poeta si escribe diseccionando su obra, dejando a un lado que se trata de un conjunto.
Como sabemos Aristóteles jamás quiso que su Poética se convirtiera en reglas, con Horacio la intención es diferente, él se empeña en que cada una de sus sentencias se lean y ejecuten como verdaderas reglas. Homero se convirtió en el verdadero maestro de la épica, Horacio se basa en las formas como aquel escribió sus obras para fundamentar sus ideas; sin embargo, los personajes de la obra de Homero se convirtieron en arquetipos que pasaron con calca a las obras romanas, y así Horacio pretendía que se siguieran copiando.
Una de las aportaciones que me llama mucho la atención, quizá por ser un tópico que hoy en día se sigue descuidando, es al referirse al lenguaje que deben usar los personajes, dice que se deberá considerar quién dice las palabras, porque: “La naturaleza valiéndose del lenguaje expresa los movimientos del alma”. En otra parte dice: “Que a cada participante lo caracterice su modo de hablar”.
Otro elemento que Horacio introduce es la importancia del trabajo, digamos que es Horacio el aguafiestas que quitó importancia a la chambona inspiración, él ponderaba la “ardua tarea de la lima”.
La poesía tiene una función y esta es enseñar provocando placer.

jueves, 5 de junio de 2008

Chiapanecos en el "diccionario" crítico de la literatura mexicana de Christopher Domínguez



Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

En el canon de Christopher Domínguez, mas no en el de la literatura mexicana, sólo tienen cabida dos escritores chiapanecos. El número tan reducido puede asustarnos de entrada, ¿cómo es posible que un Estado que ha dado tantos y tan buenos escritores, únicamente aporta a dos escritores? Quizá tendríamos que comenzar preguntándonos si en verdad Chiapas ha generado muchos y tan buenos artífices de la pluma.
En su prólogo Domínguez aclara: “Ante esta clase de libros es muy tentador conformarse con decir que no están todos los que son ni son todos los que están. Pero la verdad es que me ocupé de que aparecieran todos los novelistas, los poetas y los ensayistas mexicanos (o que llevan décadas escribiendo en México) cuya lectura me ha impresionado a lo largo de veinticinco años como crítico literario”, realizada tal afirmación, queda claro que estamos frente a un diccionario de autor, y no hay que hacer tantos aspavientos.
Sin duda nos proporciona oportunidad para reflexionar sobre nuestra pequeña, pequeñísima república de las letras, tan pequeña que más bien parece traspatio. Vista nuestra literatura con poco rigor crítico se convierte en el paraíso de los poetas, la patria de las florituras del lenguaje, y muchos deberían formar parte del ateneo de las letras no sólo mexicanas, sino universales.
La pobreza de la crítica en nuestro Estado es una muestra de lo lejano que estamos de una revisión profunda, abundan los poetas y narradores (o por lo menos quienes así nos ufanamos en llamarnos); pero pocos o nadie asume el riesgoso papel de crítico, vale como ejemplo la ausencia de un libro crítico serio que estudie el devenir de la historia de la literatura chiapaneca.
Generaciones más jóvenes de narradores y poetas simple y sencillamente parecen desmarcarse del pasado literario chiapaneco, llegando a sustentar que no tenemos una tradición, cosa que me parece excesiva; pero puedo entender la postura. Este reducidísimo grupo de nuevos creadores buscan su asidero en escritores como: Neruda, Huidobro, Borges, Pesoa, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Bolaño, Vila-matas, etcétera, etcétera.
Otros, los más desafortunados, se conforman con la auto referencia, perdiéndose en un círculo vicioso de mediocridad. Quizá somos muchos quienes pensamos que Domínguez es injusto con nuestras letras, algunos pedirían la inclusión de los poetas Oscar Oliva y Juan Bañuelos; otros pensarían que Efraín Bartolomé cuenta con todos los requisitos para ser contemplado, y en verdad que los tres son dignos exponentes de la poesía en México; sin embargo la ausencia que no logro entender es la de Eraclio Zepeda, excelente narrador mexicano, el mejor narrador que ha existido en Chiapas.
No podemos, sin embargo, exigirle a Christopher Domínguez la inclusión de los escritores que ha nosotros nos gustaría ver en su libro, o cualquier otro que se ostente como diccionario de la literatura mexicana, ya que él mismo nos dice que se trata de una elección puramente subjetiva, son sus gustos antologados.
Ahora bien, más que ha Domínguez, preguntémonos a nosotros mismos si pondríamos a esos escritores en nuestra selección personal, ¿estarían esos escritores y demás chiapanecos, en nuestras lecturas entrañables? La respuesta únicamente la tienen ustedes.
Probablemente otros pondrían en la mesa otros nombres, escritores menos conocidos, pero no por ello malos, como: Roberto López Moreno, Quincho Vázquez, el excelente Raúl Garduño, o el injustamente olvidado Daniel Robles Sasso, y por qué no Elva Macías y Marirrós Bonifas, y claro quienes ustedes quieran nombrar.
La realidad es que Christopher Domínguez incluye únicamente a dos: Rosario Castellanos y Jaime Sabines. Hay que aclarar que también está señalado el maestro Leonardo Da Jandra, quien es presentado como nacido en Pichucalco; pero no podemos engañarnos, Da Jandra poco tiene que ver con Chiapas. A diferencia de Rosario Castellanos, nacida en México D.F., pero cuya obra y vida está profundamente vinculada a nuestro Estado.
Domínguez no deja muy bien parado a Jaime Sabines, lo llama el Amado Nervo de las últimas décadas décadas del siglo XX, la afirmación nos deja aturdidos, en principio no sabemos si se trata de un elogio o un reproche; pero sin duda no es nada gratificante. Me llama la atención que Domínguez diga que el Sabines de Horal (1950) y Tarumba (1956) fue bien acogido por la crítica, concediendo calidad a los dos libros, y no mencione el mejor libro de Sabines Algo sobre la muerte del Mayor Sabines, un poemario profundo, filosófico, equilibrado; sin la miel, versos facilones, y juegos de palabras vacías que es moneda de uso legal en casi toda su obra. Christopher menciona que su obra era agotada, seguida por multitudes de jóvenes sentimentales, en verdad no sé si sea importante reprocharle a un poeta ser leído por los jóvenes, y además que estos sean sentimentales; por el contrario creo que otra de las grandes cualidades de Sabines fue su diálogo que a través de su obra entablo con los jóvenes, pocos poetas son seguidos por sus fans de manera tan descarada como se hacía con Sabines, creo que el hecho no puede ser censurable en ningún sentido. Posteriormente Domínguez deja de criticar a Jaime Sabines y enfoca a sus lectores, a quienes les reprocha (nuevamente), que tras la reputación de Sabines ellos, sus lectores, toleraban en calidad de mal menor y secreto de familia, su fidelidad al Partido Revolucionario Institucional. Y dejo en claro que no soy un seguidor de Jaime Sabines, creo que hay poetas chiapanecos mucho mejores.
Rosario Castellanos es una escritora de otro nivel, ligas muy mayores, hoy en día llama la atención como existe una tendencia demencial de querer colocar a Sabines como el mayor escritor chiapaneco, a pesar de la embestida mediática, muchos sabemos que no es así y sólo vemos pasar el agua bajo el puente.
Cuando Domínguez dice que Castellanos es la primera escritora decididamente profesional de México, no es poco decir, coloca a Rosario Castellanos en su justa dimensión; así mismo apunta que es un antídoto eficaz contra las mercenarias que han hecho de las nuevas formas de “literatura femenina” un buen negocio y una prostitución espiritual, las palabras pueden ser fuertes; pero no carecen de verdad. Rosario Castellanos ha sido manoseada por cierta tendencia feminista; sin embargo, su obra está muy por encima de este reduccionismo.
Christopher nos presenta a una mujer Intelectual, que se mueve por amor a la literatura misma, poeta, narradora y crítica (la única escritora (or) en Chiapas que puede llamarse crítica (o) sin sonrojarse), deja un digno legado de creación en cada uno de los géneros en los que se expresó. Afirma Domínguez que los mejores poemas de Castellanos son aquellos donde se autorretrata con humor sardónico.
Coincido Con Domínguez cuando dice que la narrativa de Rosario Castellanos tiene menor influencia que su poesía o sus ensayos; sin embrago es su narrativa quien nos descubre al indígena como problema novelesco sujeto a todas las contradicciones de lo humano y su ubicación en la historia concreta de México.
Christopher Domínguez reconoce en Rosario Castellanos su ejercicio de la autocrítica, ningún escritor la ejerció como ella, en confesiones y entrevistas fue la primera en reconocer sus malas influencias, sus pretensiones hueras y sus derrotas estéticas, posturas que han servido de regodeo a sus detractores.
Es en la crítica literaria donde, según Domínguez, se encuentra su obra más perdurable, y considero que así es, además de algunos poemas. En fin, cada uno de nosotros puede hacer su diccionario personal, y estoy seguro que incluiríamos a más chiapanecos, no por identificación chovinista, sino por la probada calidad de algunos de sus escritores.

miércoles, 4 de junio de 2008

Crítica frente al espejo DOS



Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

Platón es el padre de los críticos literarios, es el primero que puso en la mesa una teoría sobre la creación artística, de ahí se desprenden varios de los problemas más importantes de la crítica literaria, y si esto fuera poco también dejó escuela, es precisamente su alumno más destacado quien se dedicará a tratar de resolver los cuestionamientos de Platón.
Aristóteles vive en una Atenas muy diferente a la que tanto le preocupaba a su maestro, ahora se convertía en una nación de segundo orden, Aristóteles deja de lado las preocupaciones políticas y se concentra en el estudio de otros temas, la creación artística es uno de ellos, y sin apartarse de las ideas fundamentales de su mentor, busca nuevos caminos para conocer los fenómenos que le interesan, para analizar la composición y sus problemas usa un método muy parecido al que había utilizado en sus investigaciones sobre algunos especimenes biológicos.
Aristóteles escribe su Poética como una forma de rechazar las normas absolutas en el arte, la paradoja es que durante muchísimos años las ideas vertidas en ese tratado se convirtieron en reglas inamovibles, y aun cuando nos parezca ridículo, hoy en día hay críticos que estudian textos teniendo como base única a las consideraciones aristotélicas.
Aristóteles llega a la conclusión que la poesía épica, la tragedia, comedia, la poesía ditirámbica y la música se parecen en que todas imitan, el poeta imita a los hombres, quienes pueden ser mejores o peores a nosotros. Para él la poesía tiene dos razones de ser: la primera es que el hombre es un imitador y que goza imitando, y la segunda es el placer que nos proporciona la armonía y el ritmo. Como ven en los dos puntos a favor de la poesía encontramos el placer como elemento importante.
A diferencia de Platón que creía que los placeres proporcionados por el ritmo y la imitación eran peligrosos, Aristóteles se limita a decirnos que tanto la imitación como el ritmo son naturales, no juzga si son buenos o malos. En lo que sí coinciden rotundamente es en considerar que en una obra mientras más elevado sea el asunto, más elevado el poema: “Los espíritus dignos imitan las acciones nobles y las acciones de los hombres buenos. Los de naturaleza más trivial imitan las acciones de personas bajas, al principio componiendo sátiras, tal y como los anteriores hicieron himnos a los dioses y en alabo de los hombres famosos”. Como sabemos con el paso del tiempo estas ideas cambiaron, aun cuando de alguna manera muchos de los resortes del gusto se basan en las ideas estéticas de Platón y Aristóteles.
Sin embargo quedan algunas dudas en lo escrito por Aristóteles, ya que él opina que siempre encontraremos placer en la imitación, siempre y cuando ésta sea buena, independientemente del objeto imitado; por lo tanto, si escribo un poema sobre gente común, y está compuesto de manera eficiente, lo que obtendremos será tan placentero como si tratase sobre los hechos heroicos de los libertadores de la patria.
El pensamiento platónico se resiste a desaparecer en la obra de su alumno, quizá por ello Aristóteles califica de la siguiente manera a la comedia: “Una imitación de personajes de naturaleza baja, aun que no en pleno sentido de la palabra malo, pues lo ridículo es simplemente una subdivisión de lo feo”.
Entre todas las aportaciones realizadas por Aristóteles, la más importante es la idea de forma. En esto va más lejos que Platón, ya que para él la poesía era lo mismo que el asunto o el tema, Aristóteles marca una diferencia entre tragedia y vida, diciéndonos que la primera tiene comienzo, nudo y final, además todas sus formas se relacionan entre sí de forma lógica, es impresionante como mucho del pensamiento básico con respecto a la creación de hoy en día tiene su origen en Aristóteles, me ha tocado impartir talleres a profesores de secundaria, y en el momento que les planteo escribir un cuento que no se estructure de forma clásica: principio, nudo y final, se han negado rotundamente, ¡¡blasfemia!!, gritan otros, jamás cometerían tal error, y mucho menos transmitirían tal aberración a sus amados alumnos, y uno no deja de preguntarse: ¿cómo ha logrado la SEP mantener a sus maestros en tal situación de ignorancia?
Aristóteles toma el toro, perdón el centauro, por los cuernos y responde a Platón, se convierte en el Ion del famoso diálogo y responde aquella idea de que el poeta comete errores cuando habla o escribe sobre un oficio o arte que no es el suyo, ¿quién está mejor dotado para habar de pesca: el pescador o el poeta?, Aristóteles responde espléndidamente al decir que la norma de lo correcto es diferente en la vida y en la poesía, el error se presentará cuando el poeta sea incapaz de imitar.
Así al final de este capítulo podemos decir que Platón hizo el más brillante ataque a la poesía y su alumno Aristóteles realizó la más brillante defensa. Ellos son los verdaderos jugadores de este largo juego de ajedrez, posteriormente sólo se intercalaran jugadores pequeños quienes estarán guiados por estos dos gigantes.