domingo, 22 de marzo de 2009

El de Radiohead, quizá el mejor concierto de la década en el DF



Abrió el festejo Kraftwerk , el padre de la música electrónica pop, un trozo de historia viva
El de Radiohead, quizá el mejor concierto de la década en el DF
Sueño cumplido para 50 mil espíritus que durante meses cultivaron la esperanza y acamparon por días fuera del Foro Sol
Sorprende al grupo el crecimiento de México en lo cultural

Por:Patricia Peñaloza

La noche del domingo 50 mil espíritus sintieron compartir el que quizá sea el mejor concierto que se haya realizado en el Distrito Federal, al menos durante la década que casi termina. Bajo un cielo despejado convergieron en un solo día los ingleses de Radiohead, una de las bandas de rock más trascendentes y emotivas del último decenio –algo así como el Pink Floyd actual–, y el grupo considerado el padre de la música electrónica pop, como hoy la conocemos: Kraftwerk.
Conjunción excepcional, del ombligo del mundo para el mundo. Torrentes lacrimales, éxtasis sonoro, cerebro activado, cantos hermanados: jugoso racimo, un regalo primaveral a una audiencia hambreada, ganosa.
Sin embargo, dado que Kraftwerk, el cuarteto alemán creado a principios de los años 70, fue anunciado tiempo después de que los boletos para los dos conciertos (antier y ayer) del quinteto de Oxford se agotaron, en una hora con 45 minutos el consentido de la noche fue este último conjunto, creador de un trancazo tras otro, no sólo en cuanto a identificación masiva, sino, sobre todo, en cuanto a nivel musical y creativo.
Comandado por uno de los nerds más encantadores del orbe, Thom Yorke, el grupo más anhelado y solicitado por el público mexicano durante años cristalizó un sueño que para muchos llegó a parecer incumplible: ésos que durante meses cultivaron la esperanza con el blog Radiohead en México; ésos que durante días acamparon en congelación nocturna, a las afueras de las taquillas para comprar sus boletos en noviembre pasado, o quienes hicieron lo mismo desde hace cinco noches para alcanzar buen lugar en la zona general. Ésos que musitaron sílaba tras sílaba. Esos adolescentes que al nacer ya oían a sus papás escuchar tal música cual si nanas infantiles; esos veinteañeros que recién los descubrieron, y los adoraron; esos cincuentones que en dicho quinteto han hallado una continuación de lo que han sido las bandas de rock más grandes del siglo pasado. Ésos para quienes las letras de Radiohead son el espejo doloroso, sardónico y espeluznante del mundo decadente en que vivimos: pocas bandas como ésta para generar identificación con los jóvenes que arrojan tan apocalípticas horas.
Music non stop
Cuando se anunció, en diciembre, que Kraftwerk abriría estos conciertos, la sorpresa fue mucha, pues siendo éste un grupo pionero, dentro del pop, de la concepción musical relacionada con la automatización y alienación del ser humano… ¡Radiohead estaría para abrirle a Kraftwerk y no al revés! Incluso Yorke ha declarado haber querido sonar a tal grupo alemán. De modo que dicha conjunción puede entenderse como un homenaje.
A las 20 horas, comandados por uno de sus integrantes originales, Ralf Hütter (Florian Scheneider, el otro fundador, no vino ahora, a diferencia de su actuación previa en México, en 2004), enfundados en negro, y aparentemente robotizados, como se han presentado desde los años 70, en que eran vanguardia absoluta, jugaron con sus laptops sobre pedestales, movimientos mínimos, en medio de los visuales en pantallas que los han hecho famosos y han inspirado a tantos, Daft Punk incluido. Tocaron diez temas representativos: Machine man, Computer World, Autobahn, The Model, Showroom dummies, Radioactivity, Trans Europe Express, Boing Boom Chack y The Robots, canción en que los cuatro fueron sustituidos por robots de movimientos sincronizados. Cerraron, en pantallas y sonidos, con la frase más emblemática de su carrera: Music non stop. Una maravilla. Un trozo de historia en vivo, a pesar de que muchos desconocían lo que veían: ¿Quiénes son esos, eh? ¿Por qué los pusieron para abrir? Aunque la mayoría los escuchó y aplaudió respetuosamente.
Tom Yorke en la noche apocalíptica en el Foro SolFoto Chava Rock
Jonny GreenwoodFoto Fernando Aceves
En arcoiris
Media hora después, mientras los nervios crecían, las olas en el público se multiplicaban, el cambio de escenario entre banda y banda fue rápido y preciso. Una maquinaria cuasi perfecta. Difícil de creer, dado que el espectáculo que se avecinaba sería impresionante. Exigencia y disciplina: palabras claves en Radiohead.
Cuando uno a uno fueron apareciendo en escena, el Foro Sol se desaliñaba, los cuerpos dejaron de estar en su sitio, la materia se expandió y las almas se hicieron un conglomerado de 8 notas y sus respectivos semitonos desconcertantes. El llamado comenzó con el sonido de la insustituible Telecaster de Jonny Greenwood (guitarra principal); los tambores exactos, sin rebote ni embarres, personales, potentes, de Phil Selway; el bajeo hipnótico, así como los ánimos y gritos de aliento en escenario de Colin Greenwood, hermano del primero; de las decenas de guitarras armónicas, pedales mil y coros cálidos de Edward O’Brien. Y por supuesto, del lánguido y contagioso canto de Yorke, al frente, solo, con guitarra acústica en mano o al piano de pared. La impecable sonorización permitió percibir cada rasgueo, cada inflexión, cada aliento, cada roce… incluso cada latido.
El rezo, el rosario, que no pararía por dos horas y media, es decir, 25 canciones después, se sintió cortito. El repertorio fue pródigo en temas del In Rainbows (2007), ese álbum que casi regalaron por Internet, lo que para muchos nostálgicos quitó espacio a clásicos de discos previos. Pero era imposible resumir 15 años en tan poco tiempo. Así, de tal disco, quizá su más íntimo, amoroso y delicado, desfilaron: 15 step y las hermosas House of cards, Arpeggi y Nude, entre otras.
El segundo tema de la noche, Airbag, del OK Computer (1997), considerado por especialistas el mejor disco de los años 90 (al lado del Nevermind, de Nirvana), desarmó piernas con sus imágenes futuristas, terribles, conmovedoras, sus sonidos irregulares; la dupla vino unas 17 canciones despúes, con esa maravilla llamada Paranoid Android, quizá el momento más alto de un concierto que se mantuvo rumbo al infinito y más allá, de inicio a fin.
Guitarras estridentes sin llegar al ruido, voces melancólicas, evocadoras de tristeza y redención, teclados deslavados y extraterrestres, guitarras chillantes mediante un arco, se fueron robando el pulso de cada asistente.
Yorke, que ríe pocas veces en sus conciertos, se hallaba sonriente, efectuando cada tanto reverencias cual de alabanza a un público la mar de entregado. Yorke tenía en mente, mientras lo hacía, información sobre aquellos a quienes tenía enfrente: un día antes, por la mañana, hospedado en el Condesa DF, el grupo se mostró sorprendido de saber que, para tocar en México, ya no sólo son opciones Ojo de Agua o bares pequeños como La Diabla; se mostraron maravillados por el crecimiento que ha tenido México en lo cultural (así lo expresaron) y atónitos al saber en cuánto tiempo se habían agotado los boletos, y que había gente acampando días atrás. De modo que en playera azul simple, y jeans, Yorke y su ojito gacho correspondían a tanto amor, debajo de una escenografía hecha de grandes tubos de neón en vertical, cual si un bosque luminoso, colgante, cuyos juegos y cambios, al lado de sus alucinantes composiciones, cambios frenéticos de ritmo y sentimientos, se volvían una conjunción sensorial y musical indescriptibles.
La cannabis rolaba en exceso, mas no era necesario, pues ante tal maestría ya nadie pudo tener los pies sobre la tierra.Sin embargo, entre ojos rojos y corazones latiendo a mil, la gente se retiró extasiada, incrédula, deseosa de más y más.

sábado, 7 de marzo de 2009

miércoles, 4 de marzo de 2009

La vida está en otra parte


Por: Eduardo Huchín

De entre mis amigos escritores, si hay alguien que sabe del horror del tránsito continuo es Nadia Villafuerte. A ella la conocí nada menos que en un autobús en movimiento, en una de esas carreteras mexicanas donde es muy difícil que la literatura acontezca en forma de lectura y preferimos que acontezca en forma de conversación. Ambos nos dirigíamos a una reunión del FONCA y si su última frase fue “Me quiero ir a El Paso” o “El chino de los becarios de Arquitectura trae coca”, no lo recuerdo bien y no importa porque ambas oraciones dan una idea esclarecedora de lo que Nadia escudriñaba en los rostros de los demás: el deseo de estar en otro sitio.

Desde la primera compilación de cuentos que le leí, Barcos en Houston, Nadia escogió una geografía donde cualquier ciudad era apenas un retén en el camino. ¿Te gusta el látex, cielo?, su libro más reciente, nos confirma ese talento suyo para fotografiar cuerpos en movimiento. No es algo fácil. En manos de otro narrador, las figuras saldrán con seguridad borrosas, pero Nadia logra lo que todos ansiamos desde el primer escrito: que las caras sean reconocibles. Porque al fin de al cabo, ¿qué es la literatura sino el arte de capturar un rostro a punto de desencajarse?

La prosa para cuentos de este tipo debe ser como el equipaje del que huye: ligero y necesario. Nadia ha tenido la pericia de dejar todo lo estorboso fuera de su libro a través de una narrativa de frases cortas y diálogos afilados, de personajes en situaciones límite y seres para quienes la cotidianidad no es menos tóxica que las drogas. Dado que Nadia no tiene problemas en mostrar los sellos de su pasaporte literario –Homes, Carver o Bolaño, a quienes incluso agradece al final del libro- hemos de suponer que esas “paradas obligatorias” son una trampa: ella sabe muy bien que ha recorrido mucho más de lo que dicen sus papeles.

Exacto y agilísimo, ¿Te gusta el látex, cielo? se parece mucho a esos viajes que se han salido del itinerario: terribles, divertidos, hirientes e inolvidables. Llenos de gente impulsiva que toma decisiones o acompañantes endebles que dejan a otros tomarlas por ellos, los viajes necesitan la irrupción de los desconocidos, el cruce de caminos, eso que en los momentos más trágicos es una colisión de autos y en los más afortunados es una amistad duradera. En los cuentos de Nadia Villafuerte la gente emigra para encontrarse, ya sea con rostros anónimos que de repente se vuelven familiares o amantes ante quienes descubrimos nuestro total desinterés por sus vidas.
¿Te gusta el látex, cielo? es una bitácora carretera, en donde una veintena de personajes desesperados se esfuerzan por escribir en alguna parte: “Usted se encuentra aquí”. Universitarias que aceptan huir con sus asesores de tesis (conozco dos casos reales), guatemaltecos que cruzan la frontera en busca de venganza, un travesti que ha comprado a una niña hondureña. Se diría que Nadia retrata gente a la que le ha tocado vivir en camiones de paso, pero la sala de espera de la literatura nos reúne a todos, lectores y personajes por igual, porque quizás todos aguardamos lo mismo: que el destino nos lleve a alguna parte.

Y es quizás la imagen de la estación de autobuses la que mejor define el libro de Nadia. La ilusión de estarnos moviendo, aunque no sea verdad. En el relato “What are you looking for”, una chica, Grey, vuelve a casa después de pasar algunos meses en El Paso y Houston. Después de ver “a qué se reducía su deseo de huir”, como dice la autora, la estudiante ve de otra manera a una familia que la atosiga con todo tipo de preguntas y una frase que en otro contexto parecería inofensiva: “Viniste antes de tiempo”.

Dada la historia que rodea a Grey, la cita adquiere la densidad de un diagnóstico. Es este retorno y no la huida lo que da cuenta de que hemos cambiado. Sobre esta habilidad literaria quisiera añadir una cosa. Hay una expresión que por su presencia en las noticias policiacas siempre me ha dado curiosidad: objetos contundentes. Eso son las frases de los personajes de este libro: objetos contundentes, enseres comunes que sirven de armas en tiempos de crisis. “Buenos días” que golpean, preguntas, afirmaciones, interjecciones que nos dejan maltrechos.

Pero tampoco les voy a contar demasiado. Lo que menos quiero es que este sea un tríptico turístico, un canal Travel & Living que sustituya la experiencia del viaje (que es lo que buscamos en las reseñas literarias aquellos pobres perros que, como yo, no tienen dinero para el boleto). Entiéndanse mis comentarios más como un chisme, una murmuración de lo que me ha pasado en mi tránsito sin mapas a través de ¿Te gusta el látex, cielo?

Yo no sé qué quieran ustedes que les cuente sobre mi estancia en este libro. Una presentación es como aquella cena de bienvenida en el que todos quieren saber y uno no quiere decir muchas cosas. Yo soy de los que vuelvo con pocas anécdotas y la maleta llena de libros, quizás porque los libros son los únicos papeles migratorios que vale la pena tener. Eso significa que soy malo para las presentaciones, pero soy bueno a la hora de prestar un libro.

Y hablando de viajes, hay algo más que quisiera decir de ¿Te gusta el látex, cielo? ¿Recuerdan aquella frase común que dicen los amigos al hablar por teléfono cuando no hay ya nada que decir?, “¿Qué estás haciendo?”, saludan. Es una pregunta casi existencial, casi juiciosa, casi dolorosa cuando todo mundo siente que has estado demasiado tiempo en un mismo lugar. Después de este libro tengo ya una respuesta.
¿Qué estás haciendo?
Las maletas.
(Presentación del libro ¿Te gusta el látex, cielo?, 5 de febrero de 2009)

martes, 3 de marzo de 2009

Entrevista a Juan Carlos Bautista


Entrevista a Juan Carlos Bautista

por: Saúl Ordoñez.

La caricia del desconocido: entrevista a Juan Carlos Bautista.


Algo,

alguien me temblaba cuerpoadentro y me quería nacer

como una palabra presentida.

Juan Carlos Bautista, Cantar del Marrakech.


Con motivo de su visita al Campus este 26 de enero, para presentar su poemario Cantar del Marrakech, conversamos con Juan Carlos Bautista, quien nos habló de su trabajo y de la poesía en general. Juan Carlos Bautista nació en Tonalá, Chiapas, en 1964. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha colaborado en varias publicaciones periódicas, como Viceversa, La Jornada, El Financiero, y Punto de Partida, entre otras. Obtuvo las becas Salvador Novo y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes para jóvenes creadores en dos ocasiones, así como el premio Punto de Partida en 1984. En 1992 fue triunfador del Concurso Internacional de Cuento convocado por el Grupo Editorial Siete y La Guadalupana. Ha publicado los poemarios Lenguas en erección (19990), Cantar del Marrakech (1993) y Bestial (2004) y participó en los volúmenes colectivos Fuera del calabozo (1983) y El nuevo arte de amar en México (1991).


Poemas suyos también aparecen en varias antologías. Cantar el Marrakech, es una travesía poética por las entrañas de un antro homónimo, donde se nos presenta a los diversos seres que lo pueblan: las locas, los chichifos, los sardos, Jana de la noche, Hugo, Diabla la Grande, quienes viven de diferentes maneras sus pasiones, sus deseos, sus cuerpos. Sobre el hecho de que la gente no suele leer poesía, sobre todo poesía contemporánea, Juan Carlos Bautista comentó: La poesía y las artes visuales, también quizás la arquitectura, fueron las grandes iniciadoras de la modernidad. Las tres tuvieron programas coherentes y radicales, manifiestos, revueltas grupales y respuestas extraordinarias al cambio del siglo. Pero las artes visuales y la arquitectura ganaron un enorme prestigio, un público vasto, una presencia aplastante en la vida de las colectividades y en los ámbitos de la vida privada. ¿Por qué no la poesía? ¿Por qué ella se fue al margen? Podría conjeturar varias respuestas pero acaso serían demasiado aventuradas y quién sabe si aclararan la situación que plantea la pregunta. La poesía contemporánea –al menos una enorme franja de ella- es indiferente al público porque es aburrida, porque no responde no sólo a las necesidades existenciales de la gente, sino ,sobre todo, porque carece de esos mecanismos, de esos enganches, que la vuelvan socialmente deseable. Un poco de esnobismo es necesario, el esnobismo que -decía Gómez de la Serna- abre las puertas del gusto nuevo. Y lo sostengo, a pesar de que para mí tiene un valor enorme el hábito de molestar y de irritar. Lo que sea. El arte puede proponerse lo que sea, menos aburrir.


¿La poesía mexicana está en crisis? La poesía mexicana siempre ha estado en crisis. Todo arte está permanentemente en crisis. La Lengua prolifera en esa encrucijada. Sor Juana es la crisis de una sociedad misógina y monolítica. Los Contemporáneos son la crisis de un país machista, obtuso y engreído en su nacionalismo. La crisis es un desasosiego, un desajuste y una respuesta radical. Me parece que hay una tendencia entre escritores jóvenes hacia la desaparición del “yo” en el poema y el uso de un estilo hermético en cuanto al significado. ¿Cuál es su opinión al respecto? El yo es un recurso literario, como muchos otros. Es un utensilio. Yo respeto profundamente a poetas que no lo usan nunca y que parecen no aludir directamente a su vida personal, como Coral Bracho, por poner un ejemplo magnífico. Pero uno no escoge su voz y la voz escoge ciegamente sus recursos. La marejada de poetas herméticos es tan aburrida como las hordas de poetas bárbaros y confesionales. La inocencia del poeta es un arte endemoniado, una malicia perfectamente disimulada. Oigamos a Pessoa: “El poeta es un fingidor./ Finge tan completamente/ que llega a fingir que es dolor/ el dolor que de veras siente”. ¿Qué retos le impone al poeta y a la poesía el momento actual? El reto, la responsabilidad, de tener coraje, de ser valiente. Su trabajo en general, no sólo su poesía, muestra un fuerte compromiso con la comunidad homosexual. ¿El artista debe involucrarse en causas sociales? Si es así, ¿de qué manera debe hacerlo? Dudo mucho que exista una “comunidad” homosexual. Ese microcosmos de personas que aman a otras personas de su mismo sexo es tan variopinto y tan disperso como lo puede ser el resto de la sociedad. Y sin embargo es verdad que siempre me he sentido profundamente identificado con un grupo de personas que le dan una importancia decisiva a la disidencia sexual y moral, al amor como (des) aventura lúcida, sean hombres o mujeres, homosexuales o heterosexuales. Dio la coincidencia de que mi vida sexual coincidió con mi vida política porque mis fervores militantes comenzaron dentro del Movimiento gay, contingencia quizá no tan casual que no dejo de agradecer. Para mí, todo es cuerpo, para bien y para mal. ¿Debe el artista involucrarse en causas sociales? ¿Y por qué no? ¿Son los artistas ángeles? Debe involucrarse en ellas -si quiere, si le viene en gana o si su conciencia se remueve lo necesario- en cuanto ciudadano. No creo que un artista deba comprometer su arte, a menos que en esa forma de compromiso se le vaya la vida entera, como en Roque Dalton digamos. Esta es una discusión del todo superada y no insistiré en ella. Lo que sí me parece abominable es esa figura del artista-Santón, del Artista-Verdad- Absoluta, que no son ciudadanos sino tótems, que no piensan sin pontificar, que sólo profieren verdades inquebrantables como piedras cifradas, y cuya actividad pública sólo es un tributo a su enorme megalomanía. El erotismo, específicamente el erotismo homosexual, es una constante en su obra… Me ruboriza que llames “obra” a un puñado de papeles dispersos. Si dicho erotismo está ahí, no fui yo quien lo decidió. El poema crece sobre el humus del poeta, sobre sus despojos. Siempre me ha sorprendido que a alguien más le gusten mis poemas. Es la caricia del desconocido. Yo he sido toda la vida un pésimo promotor de mí mismo. Mucho tiempo me avergonzó ser escritor. Mi padre era obrero mecánico, un hombre hermoso al que me hubiera gustado parecerme en todo. El trabajo intelectual o literario me parece una aberración, una condena que hay que soportar con estoicismo. Yo no soy escritor, porque no escribo profesionalmente. Si me dicen poeta me ruborizo, me lleno de un sentimiento ambiguo de orgullo y de vergüenza. No vivo ni pretendo vivir de mi trabajo literario. Reconozco que hay ahí un poco de cristiano antiguo. Y también hay otra cosa: todo libertino –y yo lo fui- es un moralista, un ser ofendido. A mí me repugnan las costumbres y los usos de la comunidad literaria. No puedo con ella, qué le vamos a hacer.


Al tratar el tema de la homosexualidad, lo hace de una manera abierta y que nunca deja de lado el humor, algo poco frecuente, que me recuerda al trabajo de Salvador Novo… Me encanta el humor de Salvador Novo...excepto en sus poemas. Novo es un gran poeta en Nuevo Amor, un libro desolado donde pierde del todo el sentido del humor. De sus sátiras admiro el veneno, el ánimo belicoso, el arte perdido del perreo, pero apenas me parecen poesías. En otros momentos, cuando hace poemas “humorísticos”, Salvador Novo es insoportable. En cuanto a mí, varias veces me han hablado de mi sentido del humor. Me sorprende. Todo o casi todo lo escribo absolutamente en serio. Cuando publiqué Cantar del Marrakech algunos señalaron ese humor, ¡pero eran textos desgarradores o al menos bajo esa temperatura pensé hacerlos! El humor, si lo había, era inconciente, quizás una estrategia de salvación.


¿Considera que hay una tradición de la poesía homosexual en nuestro país? Hay una gran poesía homosexual en México que es la poesía de los Contemporáneos, que como toda gran poesía es totalmente secundario llamarla homosexual. Sin embargo, es verdad, oh puros, ahí están: son poemas profundamente homosexuales. Pero yo no me atrevería a invocar una “tradición”. Pocos países poseen una tradición de ese tipo. La cubana, donde casi todos sus grandes poetas han sido homosexuales, me parece envidiable. En México, la grandeza empieza con los Contemporáneos y ahí se acaba. ¿Qué otros poetas homosexuales importantes hemos tenido después? Hubo un momento verdaderamente triste, luego de los años de la liberación, con “poetas” como Luis González de Alba. Sin embargo, ahora creo que comienzan a suceder cosas interesantes con gente como Baudelio Lara, o Luis Felipe Fabre, que es un gran poeta.


¿Qué escritores lo emocionan? ¿Cuáles lo han influido? Yo he sido una puta literaria: me he dejado coger por un montón. No temo a las influencias, incluso venéreas, con tal de que no sean mortales. He tenido muchos escritores amados y los he ido cambiando con el tiempo. Amo al de la hora, al que estoy leyendo o releyendo: ahora, por ejemplo, a Bernal Díaz del Castillo. Pero como sucede con los amantes carnales, entre la marejada, quedan sólo algunos: Faulkner, Genet, Reynaldo Arenas, Virgilio Piñera, Wilde, Bernhard, Capote, Cavafis, López Velarde, Vicente Huidobro, etcétera, etcétera.


¿Dónde suele escribir? ¿Cuáles son sus rituales en ese momento? Sufro mucho al escribir y lo eludo tanto como puedo. La pereza y la indisciplina me ayudan bastante. Y si no, ahí está la tele, ahí está el cine, ahí está la hora de caminar. Siempre surge algo imperioso cuando me propongo escribir. Hasta lavar los trastes ¿Discute o intercambia ideas con otros poetas? No, a menos que estén muertos. No, ni Dios lo mande: yo sé elegir a mis amistades. La pregunta obligada: ¿Existe el Marrakech? Existió. Era un antro fabuloso detrás del Palacio de Bellas Artes.

lunes, 2 de marzo de 2009

Alfonso Reyes y Radiohead DOS




Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

En una época de su vida, Reyes busca los lectores que sus libros no conseguían en revistas, periódicos, y programas de radio, como afirma Emmanuel Carballo: “llegar a lectores y auditores ínfimos don Alfonso tuvo que bajar el nivel de los artículos y pasar de la literatura a la no-literatura: de mostrar a enseñar. Ya no buscaba lectores cómplices sino coautores desmadejados y lánguidos”.
Alfonso Reyes merece que se conjure el maleficio de sus obras completas, esa hidra alfonsina que devora sus mejores obras, le urgen mejores lectores, y sobre todo la publicación por separado de sus mejores obras, de las más de 150 cabezas, podemos rescatar a decir de Joaquín Blanco 10, esos 10 libros que en principio sí son libros de cabo a rabo, además de mostrarnos verdaderas innovaciones en el terreno de las ideas, esas que después Reyes se dedicó a reescribir hasta rayar en el auto-plagio y la parodia, libros que nos develan a uno de los prosistas más inteligentes que han existido en lengua castellana.
He mencionado que las obras completas de Reyes carecen de vigencia; sin embargo, sus mejores libros cuentan con una cualidad fundamental: la actualidad. La temática, su visión y un buen número de ideas nos hablan del hombre de ayer y de hoy, y sin duda prefiguran el devenir de la condición humana.
Entre sus mejores libros están: Visión de Anáhuac, Las vísperas de España, Calendario, El plano oblicuo, Cuestiones estéticas, Pasado inmediato, Letras de la Nueva España, La experiencia literaria, Los héroes, La afición de Grecia, Oración del 9 de febrero, Cuando creí morir, La crítica en la edad ateniense, La antigua retórica, entre otros.
Mención aparte merece Junta de sombras (Estudios Helénicos), un grueso tomo de 400 páginas que contienen 25 ensayos esplendidos. El libro se publicó por primera vez en 1949, y no se volvió a reimprimir sino hasta el 2000 como libro independiente de la hidra alfonsina, a pesar de ser un material poco conocido, considero que es un texto fundamental en el pensamiento de Alfonso Reyes. Diez años dedicó su autor para terminarlo, consiguiendo cimentar sus ideas y visión respecto al mundo helénico que tanto lo seducía; además de estar excelentemente escrito, dejándonos constancia de por qué Reyes es uno de los mejores ensayistas en castellano del siglo XX.
He de decir que en recientes fechas el Fondo de Cultura Económica, la f,l,m., el TEC, la Cátedra Alfonso Reyes y el Gobierno de Nuevo León, han iniciado la publicación de la colección Capilla Alfonsina, que además de descabezar a la hidra, nos presenta excelentes textos con prólogos de escritores como: Carlos Monsiváis, Julio Ortega, David Brading, Gonzalo Celorio, José María Pérez Gay, Vicente Quirarte, José Emilio Pacheco, Bernardo Sepúlveda, Carlos Fuentes y Margo Glantz.