Breve reflexión sobre la narrativa “indígena” de Chiapas
Mikel Ruiz
Hacia 1950 en Chiapas hubo un período conocido como el “Ciclo de Chiapas”. En este período un grupo de escritores, la mayoría de ellos antropólogos, publicaron libros con personajes indígenas, problemas comunitarios, historias de rebeldía. De ellos, Rosarios Castellanos escribió Oficio de Tinieblas y Ciudad Real, novela y cuentos en donde figuran personajes de Chamula, sumergidos en problemas religiosos y sociales, narrados con lenguaje coloquial y poético, estructura clásica en cuanto a literatura occidental se refiere. El ambiente social que se vive en estas obras son tensas, de lucha y sobrevivencia ante un mundo mestizo dominante.
Bruno Traven escribió La rebelión de los colgados en donde un chamula enfrenta a finqueros tiranos, sin compasión de los indígenas, que los tratan como animales en la selva del Soconusco. Se ve un ambiente social de opresión, de poder por parte de los mestizos; y revolucionaria, una condición de pobreza, de ignorantes por parte de los indígenas. El callado dolor de los tzotziles, una novela corta escrita por Ramón Rubín, expone la vida de otro chamula que se antepone ideológicamente con su propia gente al volver de una ciudad y haberse apropiado de prácticas comunes como matar borregos para consumo humano, contrario que su gente; el borrego es un animal sagrado, de familia, y consumirlo sería una antropofagia.
El tema que trata Ramón Rubín es algo especial en el sentido en que el personaje se envuelve problemáticamente con su propia gente, no así Juan Pérez Jolote de Ricardo Pozas. A excepción de esta obra, aunque está narrada en primera persona por un chamula, se ha dicho que no es una obra literaria, no cumple con las características principales ni de una novela, como lo es en planteamiento del problema, recurso estético. Como escritores indigenistas, y provenientes de otras partes del país, a excepción de Castellanos, su condición de antropólogos, Pozas registra en forma narrada tal y como habría sido la entrevista con el propio personaje, una historia aventurada, lineal, hacia el mundo mestizo, sin pretensiones literarias como se dijo arriba. Bien, otro escritor que perteneció a los “indigenistas” y chiapaneco es Eraclio Zepeda, uno de sus libros más importantes con una calidad literaria espectacular es Benzulul, un libro de cuentos con personajes y ambiente fantásticos, en donde la condición sobrenatural de los hombres perviven para enfrentar un problema social.
Lo que se observa en estos escritores es que con su capacidad y conocimientos de la literatura aprovechan el universo chiapaneco de problemas sociales, religiosos, políticos y agrario que nadie había tratado. Encontraron un terreno fértil: historias y vidas desastrosas tanto mágicas, complejas como interesantes. Otra característica importante que les permitió conocer problemas y temas para plasmar en libros con técnicas literarias es el trabajo de investigación en que ellos estaban inmersos. Y esto es principalmente lo fundamental para nutrir y hacer verosímil una novela, un cuento. Trabajo que en muchos escritos actuales no se refleja: investigación. Para dar paso a lo que actualmente se conoce y por lo que se dio una llamada literatura “indígena”, los indigenistas lograron conocer historias gracias a la mediación de informantes, hablantes en diferentes idiomas de Chiapas, pero también conocedores del castellano. Estos informantes con el tiempo se apropiaron de las historias que conocían de sus pueblos y comenzaron a registrarlas con su propio nombre, gracias también a las instituciones que promovían el registro de historias en lenguas originarias de Chiapas tanto a nivel nacional como estatal.
Con toda decadencia de estilos, de riqueza en el lenguaje, de conocimientos de técnicas y teoría literarias, no hace más de una década que se comenzó a hablar de una literatura indígena. El tema principal que se encuentra en esta literatura o bien “oralitura” es la tradición oral: mitos, fábulas y leyendas. La mayoría de ellas publicadas en libros y en revistas describen las historias, o bien, sin más técnicas que la transcripción como se ha investigado en las diferentes comunidades de los Altos de Chiapas. Libros al respecto están Chamula: un pueblo tzotzil y Muk’ulil San Juan: Cuentos y cantos de Chamula del investigador Enrique Pérez López, ambos publicados por instituciones educativas y centros de investigación. En su contenido se percibe una función educativa y moral para comunicar el buen comportamiento ante la sociedad así como la bondad hacia los dioses regidores del bien y del mal. De ahí que
El Centro Estatal de Lenguas Arte y Literatura Indígenas ha impulsado la escritura en lenguas originarias a través de diferentes certámenes en los que han aparecido varios volúmenes de libros bajo el título Y el bolom dice..., pero en ninguno se encuentran cuentos que cumplan occidentalmente las reglas básicas para ser un texto literario, quedan a nivel de relatos, no hay cuidados de estructuras, lenguajes, que finalmente, la característica de las convocatorias era la recuperación de historias en las comunidades indígenas. A excepción del último libro de antología de cuentos bajo el título de Venimos a este lugar, se encuentran intentos de nuevas técnicas literarias pero sobresalen otros problemas, esto es de la escritura en lenguas maternas, la mayoría de los textos nada más pueden comprenderse en español, las de lenguas originarias se vuelven difíciles en su lectura no porque hayan nuevas propuestas de escritura sino un descuido total en su uso.
La Unidad de Escritores Mayas Zoques A.C., también ha hecho lo suyo con libros como Corazones Unidos/Pensamientos Distintos en publicación colectiva, poesía y narrativa. La mayoría de los textos que aparecen en él son trabajos de escritores que apenas iniciaban el camino de la literatura, y que reúne diferentes lenguas de los Altos de Chiapas. No hay ningún trabajo maduro en el sentido de una preocupación por una literatura propia, más bien, son ejemplos de cursos y talleres en el que han participado los escritores que figuran en el libro, porque incluso, muchos de ellos ya no siguieron el curso de la literatura, o el trabajo de la creación literaria.
Otra institución que ha emprendido un paso en la producción de textos que recuperan relatos de la tradición oral es Sna Jtz’ibajom, ejemplo de ello es el libro Lo’il ta bats’i k’op (Relatos tsotsiles) que reúne historias bilingües tsotsil-español, principalmente de escritores como Juan Benito de la Torre y María Rosenda de la Cruz Vázquez, y como bien dice el título del libro, no quedan más que en relatos sin manejos adecuados de discursos literarios; lenguaje descuidado, incoherencia en la narración, frases largas, lenguaje común.
Otros escritores que laboran en Sna Jtz’ibajom han publicado libros colectivos en colaboración con el Centro Estatal de Lenguas Arte y Literatura Indígenas, en la colección Ts’ib-Jaye: Textos de los pueblos originarios, son Socorro Gómez Hernández y José Leopoldo Hernández Hernández en el libro Vo’ne lo’iletik xchi’uk ch’iel k’opojel ta slumal Chamo’ (Relatos y vivencias de Chamula). Asimismo, el libro Bats’i jch’iel jk’opojel xchi’uk svayijelik (La verdadera humanidad y sus naguales) por Juan Benito de la Torre y María Rosenda de la Cruz Vázquez, que de igual manera recuperan relatos de tradición oral.
En este tono la UNAM, por el Programa de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Mesoamérica y el Sureste, ha editado títulos como El Sombrerón (Jsemet Pixol) de Mariano López Calixto Méndez, en forma bilingüe tsotsil-español, y El Negrito Cimarrón (Ya’yejal J-ik’al) de Antonio Gómez Gómez, igualmente en tsotsil-español. El contenido de los libros citados son versiones que la gente cuenta, sólo buscan registrar cansadamente las historias, ampliadas por ellos, con la misma forma y estructura que los demás manejan, a excepción del notorio cuidado en la escritura tsotsil.
Ahora, otros autores que han intentado introducir técnicas literarias occidentales forman parte de una generación de escritores, tanto poetas y narradores, que sufrieron literalmente un cambio en la forma de ver del mundo, de la realidad en que viven los indígenas y, específicamente, esta transición se dio a efecto del movimiento armado del EZLN del 94. Ya en 1999 aparece el libro Palabra conjurada (Cinco voces, cinco cantos) que reúne a cinco escritores que escriben en tsotsil y tseltal, principalmente, con la traducción al español de los textos por los mismos escritores. Ellos denotan en sus textos técnicas y estilos clásicos usados en occidente, tanto en poesía y narrativa. Posteriormente, bajo el sello de Ediciones de el animal, aparecieron libros como La aurora lacandona y Todo cambió de Josías López. Estos libros recrean historias de tradición oral con nuevos estilos que nadie había utilizado, tales como el manejo de voces narrativas, un lenguaje poético, cuidado de la historia y mejores estructuras que permiten una nueva forma de leer la literatura en lenguas indígenas.
La última muerte, único libro de cuentos de Nicolás Huet Bautista, muestra las mismas características en el manejo de estilos narrativos occidentales, como la estructura clásica (lineal) y el flash back, mayor limpieza en la narración, lenguaje poético, la intensidad y tensión en los discursos narrativos. Y sin embargo, la narrativa en lenguas originarias hasta ahí se ha quedado, no ha habido ninguna ruptura en el planteamiento de las historias, cuestionamiento de sus contenidos. Tomando en cuenta que la literatura del occidente se construyó a partir del rompimiento de estilos y tradiciones, eso falta en la literatura de los pueblos originarios, principalmente en Chiapas.