César Aira: Una bestia de la mala escritura
Por: Alejandro Aldana Sellschopp
Hace años leí el nombre de César Aira en un párrafo de la novela de Carlos Fuentes: La Silla del Águila, Fuentes no sin ironía mencionaba que el escritor argentino ganaría, en un futuro no lejano, el premio Nobel de Literatura, sin más comencé a buscar la obra de aquel enigmático narrador, la búsqueda fue tortuosa, parecía que nadie estaba interesado en vender sus novelas, y muchos de mis amigos, grandes lectores algunos de ellos, no lo habían escuchado si quiera mencionar, hasta que una buena tarde Pedro Faro, me dijo que había conseguido una loca y descabellada novela de Aira, se trataba de El Congreso de Literatura, la leí de una sentada, sin saber si dicha lectura me había gustado o no, si me parecía bueno o no, si quería seguir leyéndolo o no, mi estado frente a la lectura era de sorpresa, gusto y rechazo al mismo tiempo. Al pasó de los días volví a leer el libro, y mi confusión era aún mayor, decidí seguir leyendo las novelas de César Aira, así fui leyendo una tras otra las obra de éste extraordinario narrador.
La literatura que concibe Aira es una permanente provocación, jamás permite al lector confiarse, no estamos frente a una narración cómoda, recurrentemente nos golpea con figuras, giros, extraños pasadizos que conducen a dimensiones insospechadas del hilo argumental. Aira dista del tradicional escritor latino americano, rehuye los encuentros de escritores, la entrevistas, publica sin parar, cosa que es un gran pecado para un escritor latino americano, tiene alrededor de cuarenta y cinco libros, casi todos novelas cortas, además de ser profesor de literatura, hacer reseñas, traducir y escribir ensayos, todos sus libros se han publicado en editoriales pequeñas, otro pecado para un escritor latino americano, en México afortunadamente lo publica ERA.
César Aira se revela contra la racionalidad occidental, para él la literatura se convierte en un territorio virgen, donde pueden confluir Borges, Sarmiento, Rimbaude, Raymond Rousel, lo fantástico, lo surreal, etcétera, etcétera, todo con un extraordinario manejo de la narración, gozando siempre de una frescura y naturalidad poco frecuente en nuestras letras, no teme al lugar común, lo aborda hasta transformarlo, recurre a la novela histórica con tal rigurosidad que sorprende en la mezcla de sus elementos, así mismo maneja el lenguaje con una hermosa elegancia y en ocasiones con descarado descuido.
Hace apenas unos meses ante una tabla de carnes y quesos, en la tropical noche de Villahermosa, Tabasco, platiqué con Vicente Gómez Montero, y él, gran lector, me habló maravillas de Canto Castrato, la bella novela de Aira, reconozco que fue un regocijo escuchar al maestro Vicente hablar sobre Aira, con su aguda mirada de narrador me descubrió a un narrador que se preocupaba profundamente por la cultura de la Europa prerrevolucionaria, los personajes moviéndose por un amplio espectro espacial: Nápoles, Viena, San Petersburgo; empresarios, teatreros, músicos, músicos y muchos músicos, no era de extrañarse que Gómez Montero disfrutara de dicha obra, sabemos que él es un gran conocedor de ópera, y Aira se había convertido en un excelente cómplice.
César Aira es un juguete rabioso de la imaginación, inventa como un torrencial imparable, lleva cada uno de sus argumentos hasta sus últimas consecuencias, sin parecer importarle romper con ciertas reglas de la narrativa, en su tejido narrativo encontramos una gran cantidad de lecturas perfectamente decantadas. Aira ha declarado en alguna parte: “Nunca me interesó la sensualidad de la palabra. De hecho, lo que escribo es con el tono más claro, más neutro posible. Trato de que la prosa sea casi transparente”, es así como se escribe esta literatura que en verdad nos desorienta, aún cuando en algunos capítulos, los más, nos atrapa por su naturalidad, por ejemplo en “Cómo me hice monja”, uno no puede dejar de leer y reír, que esa es otra cualidad de Aira, el sentido del humor, un humor incluso ingenuo, pero eficaz.
En una entrevista Aira comento que: “El primer y último mérito de un escritor es ser distinto”, y vaya que lo consigue, su forma de escribir es profundamente personal, único, en la misma entrevista César Aira habla de parte de su proceso creativo, y nos muestra un poco la manera que concibe sus novelas: “Ubiqué la acción de esa novela en Ucrania, pero podía haber sido cualquier otro lugar. No sabía, y sigo sin saber, nada de Ucrania. Pero ahora recuerdo que cuando la estaba escribiendo miré una enciclopedia, y ví que Ucrania produce arrabio. Tampoco sé lo que es el arrabio, pero me gustó la palabra, e hice que los villanos pertenecieran a “la mafia del arrabio”, dicha declaración es genuinamente Airiana, seguro que cualquier escritor en ciernes o lector ingenuo puede creer a pie juntillas lo dicho por Aira, sin embargo, al leer las novelas nos damos cuenta que el autor sabe muy bien de lo que habla. Quizá de los elementos de la narrativa que Aira rompe con mayor elegancia es la verosimilitud, y muchos de sus detractores se centran en ese elemento para criticar sus libros, les es inverosímil creer en un narrador que no respete lo verosímil. El mismo Aira dice: “Ahora bien, con mi utilización del azar (…), y mi gusto innato por el surrealismo, mantener el verosímil es un desafío. Para ponerme a la altura tengo que subir todo el tiempo la apuesta de la invención”, es por ello que sus argumentos van creciendo en elementos fantásticos, estrambóticos, y para algunos poco o nada creíbles.
Los lectores de César Aira deben ser tan raros o más que él mismo, dónde encontrar hordas de hombres y mujeres que no dejen de leer una novela en la que existen cambios sin justificación de la trama, o bien se yuxtaponen historias, los personajes mudan de identidad de un momento a otro, y sus finales parecen acelerados, descuidados, como si no importara cómo debe finalizar una buena novela. Es por ello que a sus libros o los amas o los odias, y quienes lo aman se convierten en coleccionistas, buscadores de sus libros en intrincadas librerías, acostumbrados a escuchar un ¡NO! Rotundo acompañado de una mueca de extrañeza de los libreros frente a la pregunta: “¿Tienen algún libro de César Aira?”, recorren, (recorremos) las más diversas editoriales para conseguir sus breves novelas: Achaval, Anagrama, Beatriz Viterbo, Emecé, Era, Joaquín Moertiz, Mondadori, Simurg, Random House, entre otras.
Aira es un escritor bizarro, un erudito que combina el cómic, la ópera, lo arrabalero, malas películas, los deportes, lo políticamente incorrecto, autores desconocidos para la mayoría de lectores, grandes poetas, historia, ciencia ficción, etc, etc. Es y será siempre, a menos que se ponga de moda, un escritor para pocos lectores.