viernes, 14 de enero de 2011

Bajo la pálida sombra de Mozart


Se ha publicado mi más reciente novela, y aquí reproduzco un ensayo del narrador Vicente Gómez Montero.



BAJO LA PALIDA SOMBRA DE MOZART, el cuento del tragos

Por Vicente Gómez Montero

Permítanme unos datos del autor. Alejandro Aldana nace en Chiapas, en 1973. Lo conocí, una historia ya contada por él, durante el I Encuentro Regional de Escritores aquí en la ciudad de Villahermosa, en 2007. Es narrador, promotor cultural, editor y ensayista. Ha publicado: Tiempo a Contrapunto (UNAM- Espacio Cultural Jaime Sabines), Donde nace la noche (Novela. Consejo Estatal para la cultura y las Artes de Chiapas), Años de Carnaval (Novela. FONCA-Ediciones de El Animal), Tierra de dioses (Cuentos. FONCA-Ediciones de El Animal), Nudo de Serpientes (Novela. Primera edición Ediciones de El Animal, segunda edición Viento al Hombro, Tercera edición Secretaria de Educación Pública en su colección Espejo de Urania, Bibliotecas de Aula). Su cuento Diario de un lobo está incluido en la antología Inventa la memoria (Alfaguara). Publicó la antología intercultural de letras chiapanecas Los abismo de las palabras (Coedición UNICH-Ayuntamiento de Yajalón 2005-2007). Está incluido en la antología Poesía Arbitraria (EDASYS), en la antología de cuento: Porque algún día faltaran cuentos, en la antología Chiapas en la literatura del siglo XX: Visión de sus narradores (SEP). Actualmente escribe una columna en el periódico Heraldo de Chiapas, así como en el periódico Noticias. Ha sido becario de: FOESCA (Emisiones 1999-2000 y 2000-2001), PACMYC, fue becario del FONCA (2003-2004) en el programa de Jóvenes Creadores en la modalidad de novela. Está incluido en la antología del FONCA - Jóvenes Creadores generación 2003-2004. Como editor ha coordinado más de 20 títulos. La Secretaria de Educación Pública publicó su libro: ¿De dónde nacen los cuentos? Es maestro de narrativa en la SOGEM-Chiapas. Ha publicado en Tierra Adentro. Coautor del libro Entre Vistas (2008).

Mozart es personaje de novelas, cuentos, obras de teatro por su apasionante existencia. No sólo niño prodigio, genio, muerte prematura (siempre achacada a circunstancias misteriosas) además uno de los mejores compositores, si no el mejor, de todos los tiempos. Muchos autores han experimentado la entrañable fascinación por su vida, así como por sus obras, más de cuatrocientas según el catálogo Köechel, dentro de las que se encuentran las más deliciosas melodías de todos los tiempos. Obviamente, para escribir de un genio hace falta una escritura genial. Es la que Alejandro Aldana nos brinda en su novela Bajo la pálida sombra de Mozart. Desde la primera escena, fuerte y truculenta, digna del mejor cine de acción, Aldana pinta el destino del protagonista – quisiera llamarlo alter ego del autor – que será sometido al sacrificio, hijo de su misma suerte, basado en la cercanía con el músico de Salzburgo. Alexander casi muere en el primer capítulo, lo que esbozará el designio, el destino de su breve vida literaria.

Su matrimonio con Brigitte, la amistad extraña, ambivalente, como deben ser las amistades, de Christoph dan a la narración los elementos clásicos de un drama decimonónico. Aldana conoce bien la época en la que está narrando, finales del siglo XVIII principios del XIX, cuando la Edad de la Razón se incrustó en la Historia proveyéndonos de una larga lista de revoluciones. Aldana conoce bien el derrotero de la tragedia para sus personajes. Mozart es el revolucionario por excelencia. Primero en vender conciertos a particulares, para independizarse, sabe que el artista debe ser libre porque la obra se crea en la libertad. Esta tesis, una de las mejor encontradas durante la obra, es la que mueve el motor. El motor de la narrativa aldaniana, para irla llamando por su nombre, es el del salto entre las distintas voces de los personajes. Alexander tiene el cariz de la narración en tercera persona mientras que Christoph está privilegiado con la veracidad del Yo.

Casi todas las intervenciones del amigo del protagonista están cualificadas por la carta, sumo ejemplo de la primera persona del singular. Sin embargo, ya que Aldana nos convence de la relevancia de este amigo (llamarlo desleal sería una deslealtad con esta figura tan compleja) siempre vuelve a recordarnos que el personaje principal, trágico, en la mejor tradición de la materia isabelina, es Alexander. Nacido el mismo año que Mozart, Alexander se vuelca a la búsqueda de su músico predilecto. Él, un buen burgués, millonario y solvente, busca al músico por entre los vericuetos de la Edad de la Razón. Esta búsqueda me recuerda otra, muy parecida en el fondo. La que comienza Fausto Rasero, personaje de la novela de Francisco Rebolledo dentro del mismo siglo XVIII. Ambos personajes, el del chiapaneco y el del chilango, buscan a Mozart o mejor diré buscan el arte. Buscan eso que mueve al artista a mover masas. Alexander la encuentra sumergida en los misterios del otro gran fenómeno alrededor de la muerte de Mozart, la masonería. Rasero la encuentra en sus muy personales entrevistas con todos los actores de esa obra de teatro magnífica llamada Ilustración. Pero donde Rebolledo se queda en el lienzo, en el tapiz, Aldana se mete hasta las mismas costuras.

No conforme con la explicación histórica (a Mozart pudo haberlo asesinado Schikaneder por aquello del robo) o la metafórica (a Mozart pudo haberlo asesinado Salieri por aquello de la envidia) Aldana ofrece la de la conspiración, la del complot. Complot en el que es necesaria una víctima. Si no hubiera titulado a su novela Bajo la pálida sombra de Mozart, Aldana tendría que haberla titulado Historia del tragos, por lo de chivo expiatorio, por lo de evolución trágica que tiene esta novela verdaderamente interesante, plena de sorpresas, sorpresas que involucran a la masonería o al sumo desplante de la veracidad, el gobierno. Detrás de cada gobierno hay un grupo de notables que maneja los hilos. Recuérdese si no, las explicaciones sobre el asesinato de Kennedy o el de Luther King. En todas hay un grupo detrás del mismo poder, grupo que el poder teme. ¿Cómo no íbamos a temerle nosotros, desprotegidos de la curia, del complot?

Confieso que tuve que poner la ópera La flauta mágica en mi computadora para irla escuchando a medida que pasaba las páginas de este trabajo donde la historia del asesinato se va convirtiendo en la historia del que tuvo que hacerse pasar por asesino. Descubrir la verdad, porque ella nos hará libres, a medida que Aldana cuenta es una de las mejores invenciones del mundo literario, del mundo fundamentalmente abierto de las ideas. Las ideas que dicen que las cosas son más complejas de lo que tú crees como espectador. Kundera hace esta reflexión en sus textos de El Arte de la novela. Allí propone lo que Aldana desarrolla. Complejidad. Pero no la complejidad hija de la falsa erudición sino complejidad del cerebro, del intelecto. Las cosas no son tan simples como las crees, son mucho más complicadas. Mucho más hay detrás de la teoría de la conspiración cuando ha sido tan interesante y silenciado el deceso del músico. Alejandro Aldana, a través de la búsqueda del arte llega a descubrir que los senderos de la política no se separan de los de la otra política, la oculta, la que no se ve, la que se va evadiendo a través de símbolos, símbolos que deben ser desvelados, identificados, corregidos, para que no vuelvan a ocurrir las cosas. Al ser identificados los símbolos, el espectador puede luchar contra ellos. Por eso, existen quienes están muy interesados en reservarlos, en guardarlos, en silenciarlos de manera total para que el gran público siga viviendo sus vidas sedentarias, tranquilas, cotidianas.

Cuando el público descubra el complot, el verdadero no el que se empeña en demostrar uno que otro político metido a redentor, entonces sí que nadie dará crédito de lo que ocurre. Esto que va desde El péndulo de Foucault de Eco, hasta Rasero de Francisco Rebolledo, es tela de donde podremos cortar mucho en esta novela de Aldana que es la misma novela de la vida de Mozart. Festejar esta obra es una de las maneras en que interesaremos al lector en ella para que vea que no es sólo cosa de conspirar sino de saber con quién estás conspirando. Aunque identificarlos, cuando ya es demasiado tarde, parece el sino de los personajes, de los espectadores.

No hay comentarios.: