viernes, 22 de octubre de 2010

Entrevista a José Antonio Reyes Matamoros

Cultura para todos

Entrevista a José Antonio Reyes Matamoros UNO: El poeta ante su sombra.

Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

La siguiente entrevista la realicé el 29 de enero de 2010, en el Café Museo, en San Cristóbal de Las Casas, con motivo de preparar mi libro de entrevistas a escritores chiapanecos, José Antonio se negaba a concederme la entrevista, pues consideraba que no era un escritor chiapaneco; sin embargo, finalmente logre convencerlo, y la charla, como todas las que uno tenía con él, se extendió hasta las quince cuartillas, por razones de espacio en el libro publicado sólo logramos dar a conocer seis cuartillas, la mitad de la conversación, ahora publicaré la platica completa en varias entregas.

Alejandro Aldana Sellschopp.—¿Cómo fue su acercamiento a la literatura y cuándo decide acercarse a la creación?

José Antonio Reyes Matamoros— Con esas pinches preguntas nunca vamos a terminar compañero. Yo creo que de hecho es parte de un proceso extraño, complicado, muy personal, yo creo que nos surge a todos. Yo me acerqué a la literatura de una manera, digamos que un poco natural, motivado por querer leer un libro, nada más. Es decir, siempre me han atraído los libros, siempre para mí fueron como que, un elemento extraño, un elemento agradable que yo quería saber qué encerraba, y curiosamente me acerqué a la literatura por la historia, posteriormente me acerqué a la literatura por las ciencias exactas, ya estoy hablando de cuando estudié matemáticas, donde el ligamen entre literatura y ciencias en ese momento, para esa generación de estudiantes era algo muy natural, y era algo que se consideraba incluso como indispensable. Sin embargo mis lecturas de literatura ahí ya un poco más racionales, no ordenadas, racionales por la necesidad de leer, empezaron curiosamente por cuestiones filosóficas. Es decir para llegar a la literatura no cursé varios recovecos, en términos de tener claridad de que yo quería acercarme a la literatura, fíjate que no, yo tengo muy claro ese objeto tan entrañable para mí, tan bonito para mí, tan necesario para mí, que eran los libros. Primero eran los libros, qué tienen los chingados libros, qué esconde, qué guardan, qué me quieren decir. Cuando estuve en los viejos años y en los viejos tiempos, en la secundaria, había un libro de texto que era riguroso para todos, que se llamaba el Galano arte de leer. Ese libro me atrajo mucho más porque en su portada había la fotografía de una biblioteca, para mi sorpresa, cuando tengo acceso a ese libro descubro algo mucho muy importante, descubro algunos textos de Neruda que acompañaban esa antología, de César Vallejo, si mal no me acuerdo también de Octavio Paz y de Huidobro, no lo tengo muy presente. Y ahí hubo algo para mí, mucho muy importante, sumamente importante, yo entonces era un niño que estaba aprendiendo a usar los libros, tendría 12 años, y dije “yo puedo hacer eso, y yo lo puedo hacer mejor”. Y me maravilló el lenguaje que usaban esos compañeros y tuve la gran fortuna de que un año después tuve una maestra de español y de literatura que me dio una serie de orientaciones para la lectura. Era un momento, para mí un poco difícil, o más bien muy difícil, muy complicado y ese tipo de lecturas las retomé hasta el bachillerato. Pero desde entonces ese acercamiento lo puedo señalar como accidentado, como incidental y accidental, sin embargo fue un momento muy bonito, muy interesante porque a partir de ahí empezaron mis lecturas tanto de historia como de literatura. Y ya en los procesos más adelante, pocos años después, empezaron lecturas más rigurosas, curiosa y contradictoriamente empezando por otro compañero, por los difíciles. Yo entré a la novela por Hegel, por ejemplo, y a mí se me hacía algo espeluznantemente bello, las lecturas de Hegel, ya cuando era adolescente y tuve ahí una fortuna y al mismo tiempo una desgracia porque, yo empecé leyendo los rusos, empecé leyendo a Tolstoi, empecé leyendo a Dostoievsky y después, o no sé si sea parte de la misma pregunta pero, después ya tuve muchos problemas con los autores mexicanos, porque, vamos, fue algo muy desigual. Recuerdo a Benedetti en ese sentido, y que en su experiencia como lector decía Benedetti, no tanto leía lo que caía en mis manos, sino leía las cosas raras que me decían que eran difíciles. Y fue un comienzo muy desigual, muy accidentado, pero fueron esos altos, esos momentos, que me permitieron conocer la literatura desde muchos puntos de vista. No sé si esto responda. ¿Cuándo decidí? No sé si es la otra parte de la pregunta.

—Entonces fue como lector y ahora como creador, en qué momento se da el salto de decir “puedo escribir esto y mejor”, pero cuándo se hace conciente de decir “ya estoy escribiendo”, ya sea un cuento, una novela.

—Bueno, eso fue mucho después. Yo te comenté el pensamiento de un niño-adolescente, en el caso de las cosas que yo sentía, las cosas que yo imaginaba que empezaba a escribirlas, a dejarlas en carpetas, a regalarlas. Hasta que decidí empezar a compilar todo ese tipo de cuestiones, poemas, sobretodo poemas. Cuándo fue, realmente no lo sé, pero no fue de jovencito, no fue de niño, ya era adolescente, tendría unos diecisiete, dieciocho años, que me interesaba mucho dejar por escrito, sobretodo, lo que sentía, en ese momento no partía de ninguna consideración estética, ni métrica, simple y sencillamente dejar algo plasmado sobretodo para mis novias y mis amigos. A mis amigos les gustaban mis porquerías y eso me agradaba, porque además les enseñaba matemáticas y les hacía sufrir con mis poemas.

—Bueno, en ese proceso hubo algún formador, alguien que haya sido el Virgilio.

—Mi guía. No, realmente no lo hubo.

—Fue un proceso en solitario.

—Fue un proceso en solitario. Fíjate fue un proceso en solitario, no tuve ningún preceptor, salvo el ideal, el preceptor ideal que fue mi identificación con los autores.

—De esa gama de autores quién podría, ya ahorita con la perspectiva, en ese momento podría señalar como el modelo.

—No creo que sea un modelo. Entiendo la pregunta pero creo que lo más interesante para mí fue el descubrimiento de lo mexicano a través de José Revueltas. Primero José Revueltas en su narrativa, en una manera de ver el mundo que a mí me impactó desde la primera lectura que hice de él. A mí me sorprendió José Revueltas porque curiosamente me acercaba a los rusos. En este juego de Virgilios ideales, por supuesto pues está Tolstoi; Tolstoi para mí fue un descubrimiento, un autodescubrimiento incluso porque yo llegué a La guerra y la paz y llegué a Ana Karenina de motuo propio, y esas formas narrativas, esa exactitud, ese estar adentro de lo que él estaba planteando en sus novelas, para mí fue algo sumamente importante, me gustó, me sorprendió, y curiosamente eso lo vine a encontrar con José Revueltas.

Continuará…