El ensayo en Octavio Paz:
Poeta con vocación crítica 2
Por:
Alejandro Aldana Sellschopp.
Para: Luz y Emiliano
Posdata es uno de sus libros más importantes por las opiniones
que vierte y el momento de su publicación. El texto se convierte en una especie
de manifiesto del Paz post 68.
En
los años cincuenta Octavio Paz se convierte en un acérrimo crítico del
estalinismo, el comunismo y de toda forma de autoritarismo de Estado; en la
revista Sur denuncia los campos
de concentración soviéticos, lo que le valió su expulsión de los grupos
literarios identificados como simpatizantes de la izquierda marxista. En ese continum escribe Posdata, Rafael Lemus afirma: “ (…) Paz tiene, en
apariencia, dos opciones: o resana su relación con el Estado o pasa lista en
las filas de la izquierda. Opta, desde luego, por una tercera: escribir un
ensayo, Posdata, que no gustaría
ni a unos ni a otros. En los dos primeros capítulos conquista su autonomía:
rompe lo mismo con el régimen que con la izquierda revolucionaria y propone una
ruta –la democracia liberal- que la mayoría encuentra, sencillamente
anticlimática”. (Lemus Rafael,2008:19). Llama la atención que es un ensayo y no
un libro de poemas lo que resignifica la figura de Octavio Paz frente a los
trágicos acontecimientos del 2 de octubre del 68. Un poeta, que al día de hoy
es mayoritariamente conocido, amado y repudiado por sus ensayos. Es por ello
que en este estudio me centraré en la producción ensayística, no sin aclarar
que considero que el mejor Paz se encuentra en sus poemas.
Posdata
se convierte en corona de olivos y guadaña para su autor,
incluso hubieron algunos despistados, que creyeron leer en el libro una
justificación a la masacre del 68, nada más descabellado y sin sentido. En
lugar de pretender quedar bien con dios y con el diablo, queda concientemente
mal con los dos, lo que será una constante en sus ensayos, por un lado critica
a la izquierda y por el otro al Estado Mexicano, ubicándolos en el mundo. Paz
afirma: “La filosofía del progreso muestra al fin su verdadero rostro: un
rostro en blanco, sin facciones. Ahora sabemos que el reino del progreso no es
de este mundo: el paraíso que nos promete está en el futuro, un futuro intocable, inalcanzable, perpetuo.
El progreso ha poblado la historia de las maravillas y los monstruos de la
técnica pero ha deshabitado la vida de los hombres. Nos ha dado más cosas, no
más ser” (Paz Octavio,2008:26). La crítica a la modernidad, otra constante de
su pensamiento, aparece ya ampliamente depurada.
En Posdata, Paz pugna por el liberalismo y la democratización
del sistema mexicano; pero en ningún momento justifica una masacre que es por
demás una de las mayores aberraciones de nuestra historia. Paz dice: “No se
puede sacrificar el pensamiento crítico en aras del desarrollo económico
acelerado, la idea revolucionaria, el prestigio y la infalibilidad de un jefe o
cualquier otro espejismo análogo” (Paz Octavio,2008:30), cuando habla de la
revolución se refiere a la institucionalizada del PRI, pero también a las de la
izquierda, esta postura o impostura le acarrearía muchos detractores tanto en
el PRI como en la izquierda. En Posdata es categórico: “(…) ni el temple del pueblo mexicano es revolucionario
ni lo son las condiciones históricas del país. Nadie quiere una revolución sino
una reforma” (Paz Octavio,2008:35). Impresiona su desplante ideológico, su
atrevimiento de hablar por los otros, esos otros que
posteriormente lo repudiarían, por negarles la posibilidad de la revolución, y
quizá más aún por erigirse como la voz del pueblo, que habla por ellos, idea
que el propio Paz ridiculizaría en sus ensayos; pero que no lograría cumplir
del todo en su vida política. Llama la atención que afirme que lo que requiere
el país es una reforma, y que haya descuidado la forma de decirlo en voz de los
otros, y no en voz propia, cosa
que no significaría mayor problema. Queda de manifiesto su vocación reformista,
señalada un año antes en uno de sus ensayos de Corriente alterna: “En la segunda mitad del siglo pasado aparece otro
vocablo: reformista. No venía de Francia sino de los países sajones. La palabra
no era nueva; lo eran su sentido y la aureola que la rodeaba. Palabra optimista
y austera, singular combinación de protestantismo y positivismo. Esta alianza
de la vieja herejía y la nueva, el luteranismo y la ciencia, hizo que la
odiasen todos los casticistas y conservadores. Su odio no era gratuito: bajo
apariencias decorosas la palabra escondía el contrabando revolucionario. Pero
era una palabra decente. No vivía en los suburbios de los revoltosos ni en las
catacumbas de los rebeldes sino en las aulas y en las redacciones de los
periódicos” (Paz Octavio,2009:150), y uno se pregunta si éste era el sentido
que quería impregnarle a la palabra reforma en su texto de Posdata, es decir una palabra con contenido revolucionario en
una envoltura decente, nos dice además que: “El revolucionario invoca a la
filosofía; el reformista a las ciencias, la industria y el comercio” (Paz
Octavio,2009:150). Hoy en día algunos estudiosos de la obra y figura de Paz
quieren convencernos que fue sobre todo un revolucionario, aún que aquí lo
vemos luchando a mano partida a favor de la reforma frente a la revolución, en
otro pasaje de Corriente alterna,
quiere encontrar semejanzas entre el reformista y el revolucionario: “A mi
juicio las semejanzas entre el revolucionario y el reformista son mayores que
aquello que los separa. Los dos son intelectuales, los dos creen en el progreso,
los dos rechazan al mito: su creencia en la razón es inquebrantable. El
reformista es un revolucionario que ha escogido el camino de la evolución y no
el de la violencia. Sus métodos son distintos, no sus objetivos: también el
reformista se propone cambiar los usos. Uno es partidario del salto; otro del
paso. Ambos creen en la historia como proceso lineal y marcha hacia delante”
(Paz Octavio,2009:151), Paz ve a la reforma como un rostro más de la
revolución, es el cambio sin violencia; pero qué es Paz ¿un revolucionario o un
reformista? Si partimos de las ideas vertidas en sus ensayos, no es ni uno ni
otro. Estamos frente a un intelectual de altos vuelos, que no cree en el
progreso a pie juntillas, no rechaza el mito, por el contrario considera esa
idea como uno de los grandes errores de la modernidad, su creencia en la razón
no es inquebrantable, sí buscó toda su vida cambiar los usos, pero no a través
de la violencia sino mediante la evolución. Ni revolucionario, ni reformista,
ni liberal, su pensamiento es una amalgama dúctil y maleable, que lo convierten
en una conciencia crítica constante e incomoda, como nos dice Rafael Lemus:
“(…) Paz no desea fijarse, ni como joven marxista ni como poeta surrealista ni
como pensador liberal. Véase: sus opiniones liberales ofenden a la izquierda, y
sus devociones románticas, a los liberales, porque eso desea Paz –una incómoda,
propicia soledad”. (Lemus Rafael,2008:19). Y su vida pública fue producto de
esa masa amorfa de pensamiento e información crítica, por ello a finales de los
años setenta su vida oscila entre la crítica al sistema político mexicano y su
cercanía con ese poder que criticaba.