sábado, 25 de mayo de 2013

El ensayo en Octavio Paz: Poeta con vocación crítica 2




El ensayo en Octavio Paz: Poeta con vocación crítica 2

Por: Alejandro Aldana Sellschopp.
                                                                         Para: Luz y Emiliano



         Posdata es uno de sus libros más importantes por las opiniones que vierte y el momento de su publicación. El texto se convierte en una especie de manifiesto del Paz post 68.  
         En los años cincuenta Octavio Paz se convierte en un acérrimo crítico del estalinismo, el comunismo y de toda forma de autoritarismo de Estado; en la revista Sur denuncia los campos de concentración soviéticos, lo que le valió su expulsión de los grupos literarios identificados como simpatizantes de la izquierda marxista. En ese continum escribe Posdata, Rafael Lemus afirma: “ (…) Paz tiene, en apariencia, dos opciones: o resana su relación con el Estado o pasa lista en las filas de la izquierda. Opta, desde luego, por una tercera: escribir un ensayo, Posdata, que no gustaría ni a unos ni a otros. En los dos primeros capítulos conquista su autonomía: rompe lo mismo con el régimen que con la izquierda revolucionaria y propone una ruta –la democracia liberal- que la mayoría encuentra, sencillamente anticlimática”. (Lemus Rafael,2008:19). Llama la atención que es un ensayo y no un libro de poemas lo que resignifica la figura de Octavio Paz frente a los trágicos acontecimientos del 2 de octubre del 68. Un poeta, que al día de hoy es mayoritariamente conocido, amado y repudiado por sus ensayos. Es por ello que en este estudio me centraré en la producción ensayística, no sin aclarar que considero que el mejor Paz se encuentra en sus poemas.  
         Posdata  se convierte en corona de olivos y guadaña para su autor, incluso hubieron algunos despistados, que creyeron leer en el libro una justificación a la masacre del 68, nada más descabellado y sin sentido. En lugar de pretender quedar bien con dios y con el diablo, queda concientemente mal con los dos, lo que será una constante en sus ensayos, por un lado critica a la izquierda y por el otro al Estado Mexicano, ubicándolos en el mundo. Paz afirma: “La filosofía del progreso muestra al fin su verdadero rostro: un rostro en blanco, sin facciones. Ahora sabemos que el reino del progreso no es de este mundo: el paraíso que nos promete está  en el futuro, un futuro intocable, inalcanzable, perpetuo. El progreso ha poblado la historia de las maravillas y los monstruos de la técnica pero ha deshabitado la vida de los hombres. Nos ha dado más cosas, no más ser” (Paz Octavio,2008:26). La crítica a la modernidad, otra constante de su pensamiento, aparece ya ampliamente depurada.   
            En Posdata, Paz pugna por el liberalismo y la democratización del sistema mexicano; pero en ningún momento justifica una masacre que es por demás una de las mayores aberraciones de nuestra historia. Paz dice: “No se puede sacrificar el pensamiento crítico en aras del desarrollo económico acelerado, la idea revolucionaria, el prestigio y la infalibilidad de un jefe o cualquier otro espejismo análogo” (Paz Octavio,2008:30), cuando habla de la revolución se refiere a la institucionalizada del PRI, pero también a las de la izquierda, esta postura o impostura le acarrearía muchos detractores tanto en el PRI como en la izquierda. En Posdata es categórico: “(…) ni el temple del pueblo mexicano es revolucionario ni lo son las condiciones históricas del país. Nadie quiere una revolución sino una reforma” (Paz Octavio,2008:35). Impresiona su desplante ideológico, su atrevimiento de hablar por los otros, esos otros que posteriormente lo repudiarían, por negarles la posibilidad de la revolución, y quizá más aún por erigirse como la voz del pueblo, que habla por ellos, idea que el propio Paz ridiculizaría en sus ensayos; pero que no lograría cumplir del todo en su vida política. Llama la atención que afirme que lo que requiere el país es una reforma, y que haya descuidado la forma de decirlo en voz de los otros, y no en voz propia, cosa que no significaría mayor problema. Queda de manifiesto su vocación reformista, señalada un año antes en uno de sus ensayos de Corriente alterna: “En la segunda mitad del siglo pasado aparece otro vocablo: reformista. No venía de Francia sino de los países sajones. La palabra no era nueva; lo eran su sentido y la aureola que la rodeaba. Palabra optimista y austera, singular combinación de protestantismo y positivismo. Esta alianza de la vieja herejía y la nueva, el luteranismo y la ciencia, hizo que la odiasen todos los casticistas y conservadores. Su odio no era gratuito: bajo apariencias decorosas la palabra escondía el contrabando revolucionario. Pero era una palabra decente. No vivía en los suburbios de los revoltosos ni en las catacumbas de los rebeldes sino en las aulas y en las redacciones de los periódicos” (Paz Octavio,2009:150), y uno se pregunta si éste era el sentido que quería impregnarle a la palabra reforma en su texto de Posdata, es decir una palabra con contenido revolucionario en una envoltura decente, nos dice además que: “El revolucionario invoca a la filosofía; el reformista a las ciencias, la industria y el comercio” (Paz Octavio,2009:150). Hoy en día algunos estudiosos de la obra y figura de Paz quieren convencernos que fue sobre todo un revolucionario, aún que aquí lo vemos luchando a mano partida a favor de la reforma frente a la revolución, en otro pasaje de Corriente alterna, quiere encontrar semejanzas entre el reformista y el revolucionario: “A mi juicio las semejanzas entre el revolucionario y el reformista son mayores que aquello que los separa. Los dos son intelectuales, los dos creen en el progreso, los dos rechazan al mito: su creencia en la razón es inquebrantable. El reformista es un revolucionario que ha escogido el camino de la evolución y no el de la violencia. Sus métodos son distintos, no sus objetivos: también el reformista se propone cambiar los usos. Uno es partidario del salto; otro del paso. Ambos creen en la historia como proceso lineal y marcha hacia delante” (Paz Octavio,2009:151), Paz ve a la reforma como un rostro más de la revolución, es el cambio sin violencia; pero qué es Paz ¿un revolucionario o un reformista? Si partimos de las ideas vertidas en sus ensayos, no es ni uno ni otro. Estamos frente a un intelectual de altos vuelos, que no cree en el progreso a pie juntillas, no rechaza el mito, por el contrario considera esa idea como uno de los grandes errores de la modernidad, su creencia en la razón no es inquebrantable, sí buscó toda su vida cambiar los usos, pero no a través de la violencia sino mediante la evolución. Ni revolucionario, ni reformista, ni liberal, su pensamiento es una amalgama dúctil y maleable, que lo convierten en una conciencia crítica constante e incomoda, como nos dice Rafael Lemus: “(…) Paz no desea fijarse, ni como joven marxista ni como poeta surrealista ni como pensador liberal. Véase: sus opiniones liberales ofenden a la izquierda, y sus devociones románticas, a los liberales, porque eso desea Paz –una incómoda, propicia soledad”. (Lemus Rafael,2008:19). Y su vida pública fue producto de esa masa amorfa de pensamiento e información crítica, por ello a finales de los años setenta su vida oscila entre la crítica al sistema político mexicano y su cercanía con ese poder que criticaba.                    

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