Adiós al Petróleo
por: Alejandro Aldana
Sellschopp.
La reforma energética de
Enrique Peña Nieto se convierte en un excelente ejemplo de la crisis
en la que se encuentra el estado de cosas en nuestra república
moribunda, la evidente crisis del sistema político mexicano, la
vulgar manipulación de la información de los medios masivos de
comunicación, el oportunismo de una izquierda que vive hoy una de
sus peores etapas de su historia, la derecha imponiéndose sobre los
postulados más elementales de la democracia, y una población que en
el mejor de los casos, se encuentra ajena al acontecer nacional.
A los ciudadanos
medianamente informados les queda el premio de consolación,
generosamente cedido por Peña, de burlarse de las pifias de
pronunciación del ejecutivo, sus recurrentes confusiones geográficas
y su extraordinaria ignorancia en temas por demás conocidos. Más
allá de ese espectáculo mediático, Peña Nieto operó una
estrategia cuasi perfecta para lograr sus objetivos en un tiempo
record.
El 12 de diciembre, fecha
consentida para asestar duros golpes contra la nación, recordemos
que el FOBAPROA también se llevó a cabo el día de La Virgen de
Guadalupe, la estrategia del PRI logró coronar, y permítanme el
adjetivo que usan los narcos en Colombia al momento de cerrar una
operación. La reforma pone fin a 75 años de nacionalización de
hidrocarburos, se abrieron todos los candados para que se puedan
realizar cualquier tipo de contrato con particulares, permitiéndose
con ello la posibilidad de que el petróleo quede bajo el control de
empresas extranjeras. La exploración, explotación y
comercialización de hidrocarburos pasará a manos de empresas
nacionales o extranjeras, perdiéndose así nuestra soberanía
energética.
Es indudable que la
reforma sólo fue posible gracias a la complicidad de los principales
partidos políticos del país. Peña convenció al PAN y al PRD para
que se sumaran al pacto por México, a partir de ahí, el aparato del
gobierno modificó el artículo sexto de la Constitución ,
posteriormente reglamentó el 35 para evitar que una consulta popular
fuese un impedimento para la realización de la reforma, y coronaron
modificando los artículos: 25, 26 y 27, abriendo a intereses
particulares el control del sector energético.
En el artículo cuarto
transitorio se encuentra lo perverso de la reforma. El artículo
menciona que existirán varias clases de contrato. Unos son los de
Servicio, otros son los de Utilidad compartida, en los cuales se
deberá retribuir un porcentaje de la ganancia que se obtendrán en
la comercialización del petróleo o gas. También están los de
Producción, mediante el cual se le pagará a la empresa privada con
un porcentaje del hidrocarburo antes de procesarse. Y finalmente
tenemos los contratos de Licencia, es decir que se concesiona la
explotación y por lo tanto el control. Lo interesante del asunto es
que la renta del petróleo, que algunos estiman en 85 mil millones de
dólares, disminuirá y será compartida. PEMEX pasa a convertirse en
una empresa contratista de la Secretaría de Energía.
El PRD se convirtió
en una fuerza política que contribuyó a generar un clima propicio
para la realización de las reformas de Peña, su participación en
el Pacto por México se convirtió en un requisito indispensable para
que el gobierno de Peña coronara su excelente plan, sin la
participación del PRD no hubiese sido posible la estrategia de
reformas operadas por el PRI. El PRD podrá decir que no apoyó la
reforma energética, pero no podrá negar su directa participación
para propiciar que la reforma se realizara. El gobierno jugó piezas
básicas con el PAN y el PRD, sabía de antemano que necesitaba de
cada partido y simplemente se dedicó a operar en ese sentido. Es
absurdo pensar que tanto el PAN como el PRD no sabían lo que Peña
necesitaba de ellos.
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