viernes, 18 de abril de 2008

Crónica del primer concierto de Bob Dylan en México



por: Pedro Faro.


Al oírle pensé que un alma cogía la antorcha de América
Allen Ginsberg

Después de 17 años de no dar un concierto en México, Bob Dylan pisa tierras mexicanas, considerado por muchos el más grande poeta, músico e intérprete de la segunda mitad del siglo XX, dio su primer recital en Auditorio Nacional en el Distrito Federal el 26 de febrero, al que tuve la fortuna de asistir. La sensación de estar acudiendo a un suceso histórico es inevitable, ante un público exaltado por la magia del representante de la contracultura. Nos encontramos inmiscuidos en el barco a punto de partir, como en toda partida clásica, confluyeron a la cita distintas generaciones tan heterogéneas que el punto de unión es la poesía y la música que ha trascendido las épocas. La convocación fue a las 8:30 p.m., ha esa hora exacta, el Auditorio Nacional ya con sus casi 10 mil personas, para ver a Bob Dylan y su banda.

La fluencia de fanáticos no dejaba de ocupar los últimos resquicios del Auditorio y mientras esperamos Liliana y yo, ya cómodamente sentados en un lugar insuperable frente al escenario, unos segundos después un rostro conocido, en escena el antropólogo Juan Pedro Viqueira a 3 butacas delante de donde estábamos, en cuestión de segundos, las luces del Auditorio se esfuman y un hombre menudo, sencillo, aparecía frente el escenario ante una luz tenue, se coloca su sombrero, se acomoda la guitarra y Rainy day women nos 12 & 35, del disco Blonde on Blonde, grabado en 1966, suena junto el estruendo del público. “Well, they'll stone ya when you're trying / to be so good, / They'll stone ya just a-like they said they would. / They'll stone ya when you're tryin' to go home. / Then they'll stone ya when you're there all alone. / But I would not feel so all alone, / Everybody must get stoned. (Bien, te apedrearán cuando intentes / ser bueno, / te apedrearán tal como dijeron que lo harían, / te apedrearán cuando intentes irte a casa, / te apedrearán cuando allí estés solo, / pero yo me sentiría tan solo, / todo el mundo debería ser apedreado).” Todo un éxtasis infinito, aun el eclipse no sucedía, el firmamento se estremeció, no existía espacio mas habitable que ese instante. A las 8:40 p.m. arrancaba el concierto arriba en lo alto, haciendo estallar a la gran masa que no daba crédito de lo que sucedía.

A la sexta canción fue ineludible, el Auditorio se puso de pie, el público seguía e inventaba los versos de fuego, jamás escritos al grito de ¡Maestro! ¡Dios!. El contoneo exótico de Juan Pedro Viqueira era un parámetro irrefutable y científicamente comprobable que el Auditorio Nacional era un volcán en erupción. Liliana no daba crédito de que las canciones que semanas antes había ensayado las estaba tocando como solo los dioses saben ejecutar, la voz inimitable, los versos rasposos, en frases entre cortadas con un sabor a vino tinto, con composiciones increíbles y distintas a las originales, fantásticas...

Conforme transcurría el concierto que duro exactamente una hora con cincuenta minutos, las guitarras tiraban rayos al público, el bajo se introducía en las venas de cada persona, el bajo pulsaba hirviendo la sangre y la batería convocaba a danzar en la noche nebulosa.

En el minuto 46 la embriaguez era insoportable, varios estallaron de sus asientos, el público flota por los aires, Dylan como buen demiurgo controla la situación, con el equilibrio del malabarista, en cada nota, en cada verso.

No podría faltar una de las canciones más emblemáticas de la historia de la música: Like a Rolling Stone, en ese momento fue el clímax total, quizá a algo parecido a mil orgasmos juntos, quien los haya vivido, sabrá de lo que hablo, todo mundo coreando la rola con un coro sorprendente. “How does it feel / How does it feel / To be on your own / With no direction home/ Like a complete unknown/ Like a rolling stone?. (¿Qué se siente,/ qué se siente, /al estar contigo misma/ al estar sin un hogar/ como una completa desconocida/como un canto rodante?.”. Definitivamente estar frente a una leyenda es indescriptible.
En el escenario Bob Dylan con sus expresiones secas, casi inamovibles, pegado al micrófono y al piano, con la persistencia de hacer arte. Frente a él la jauría enloquecida, la multitud, baila, se agolpa ante el ambiente del caos concéntrico en un punto especifico del espacio. El sonido de la armónica nos lleva a navegar al universo poético, mientras un coro de aves se oculta de la noche bumerang.
Bob Dylan tocó varias canciones de su disco actual Modern Times, que se ha convertido en un clásico, lanzado en agosto de 2006. Album que fue inmediatamente número uno en Estados Unidos y en varios países de Europa. intercalando con otras rolas emblemáticas: It ain´t me babe, Watching the river flow, Masters of war, The leeve’s gonna break entre otras tantas canciones. Casi al final Bob, presenta a su banda que parecían haber salido de un grupo de gánsteres de los 50’, todos vestidos impecables con sombreros negros y de traje gris, Dylan con su traje negro y su sombrero blanco, ante la ovación el concierto se esfumó en la eternidad, instante perpetuo en la memoria de 10 mil asistentes, suceso histórico a principios del siglo del XXI. Bob Dylan el Poeta en México.


Pedro Faro
Febrero 2008
Jovel, Chiapas, México
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