martes, 27 de noviembre de 2007


Bajo la máscara de William Shakespeare UNO

Por: Alejandro Aldana Sellschopp

Shakespeare es uno de esos autores como Homero o Esopo, verdaderos clásicos que han sobrevivido a modas, tendencias estéticas, críticas y verdaderas injurias. Sus biografías no existen, carecen de certificados de autenticidad, sin embargo son adorados, poco leídos, multicitados y presumidos en cafés de artistos.
La vida totalmente libresca de Shakespeare se escribió por propios y extraños, su figura fue moldeándose al paso del tiempo, cada época agregó un rasgo, una cualidad, anécdotas descabelladas, incluso obras y viajes.
A ese fantasma que llamamos Shakespeare le atribuimos 154 sonetos, 36 dramas y el poema Venus y Adonis, y algunas otras obras pequeñas. Hagamos un alto necesario: ¿en realidad existió Shakespeare?, ¿es él o ella?, ¿escribió todas esas obras maestras?
El documento más antiguo que menciona su nombre es una cédula bautismal, según esto fue levantada en la iglesia parroquial de Stratford-upon-Avon, fechada el 26 de abril de 1564 y el nombre de la criatura es: Guglielmus filius Johannes Shakespere o Shaksper. Como pueden observar, los problemas comienzan desde el origen, como suele suceder, las grafías del apellido no corresponden al Shakespeare que el mundo occidental tanto admira. ¿Se tratará del mismo hombre que años después aparecerá en Londres para forjar una de las leyendas más maravillosas que la historia de la literatura haya creado? Aquel de quién se dice, se cuenta, se oye hablar; pero no podemos asegurar casi nada.
Si bien, no tenemos indicios claros de su nacimiento, podríamos entonces tratar de buscar al autor, es decir Shakespeare como poeta y dramaturgo, algo debe estar registrado, sobre todo si dejamos en claro que estamos hablando de uno de los escritores más importantes de la historia de la humanidad, considerado como el padre de la lengua inglesa.
La master of the revels y Stationers company, es la autoridad encargada de los registro de obra en Inglaterra, con la finalidad de defender los derechos de autor, pues bien, en dichos archivos no existe el registro de ¡ninguna obra de nuestro autor! Aquellas magníficas piezas que atiborraban de espectadores The Globe u otros teatros de Sounthwark, no aparecen en los archivos. Simple y sencillamente se ha extraviado. ¿No deja de ser extraño que precisamente desaparezcan los datos del más grande escritor inglés?
Estamos frente a lo que los ingleses llaman un skeleton in the cupboard, un esqueleto oculto en el armario familiar, o lo que nosotros denominamos Aquí hay gato encerrado.
Al hablar de Shakespeare es confirmar lo dicho por Graham Phillips y Martín Keatman, en su libro La conspiración Shakesperiana, cuando dicen: “Una cosa que sucede en la biografía de Shakespeare es que, donde en el siglo XVIII asoma un “tal vez”, en el XIX esto se vuelve “probablemente” y, más tarde, “definitivamente”.
Así es como se ha escrito la vida de Shakespeare. Por ejemplo el investigador John Aubrey, agrega una rayita al tigre cuando hacia 1681, 65 años después de la muerte de nuestro autor, cita a un empresario teatral de nombre William Davenant, diciendo que Shakespeare nunca corrigió un solo verso. Y claro, la cita se acuñó a la grandeza del dramaturgo.
Para complicar más esta historia de enredos y equívocos digna de….Shakespeare, tomaremos la afirmación de Gustavo Artiles, que nos coloca en verdadero predicamento al proponernos que en realidad se trata de ¡3 Shakespeares!
Ellos son:

a).- Shakspere o Shaksper: Comerciante de Stratford.
b).- Shakespeare: El actor de Londres.
c).- Shake-speare: El autor secreto de los texto, pero este último bien podría tratarse de varias personas.
De todos los nombres, que según diversas investigaciones, podrían ser el verdadero Shakespeare, mencionaré solamente los más creíbles: Christopher Marlowe, Edward de Vere, decimoséptimo conde de Oxford, y uno que muchos investigadores afirman y reafirman, ni más ni menos que Francis Bacon, que no está por demás decirlo también se le atribuye la autoría del Quijote .
Se han manejado hasta 64 nombres, entre los más inverosímiles pero que hacian aún más interesante la novela están: el gran Ben Jonson, amigo de Shakespeare, quien lo bautizó como El dulce cisne del Avon, Jonson escribió de manera magistral sobre la obra de Shakespeare, en alguna parte afirmó que lo amaba sin llegar a la idolatría. Sin embargo sí lo idolatraba. Raleigh, sí claro, suena tonto, pero llegó a considerársele tal gloria, y la más loca opción: la reina Elizabeth. Ripley: Aunque usted…no lo crea.

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