martes, 30 de septiembre de 2008

Entre lo timorato y lo arrogante en Periódico de Poesía UNAM


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Entre lo timorato y lo arrogante Mario Alberto Bautista, Raúl Vázquez Espinosa, Marco Antonio Castañeda, Dirección de educación y cultura del H. Ayuntamiento de Yajalón y Edit. Fray Bartolomé de las Casas, Chiapas, 2007
Por Claudia J. Ramírez
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Los escritores jóvenes, entre tímidos y arrogantes, se acercan ―como la mantarraya de Mario Bautista, uno de los poetas antologados― con "nado sigiloso". Nadan entre lo oscuro de sus letras y lo blanco del espacio que las divide, mostrando lo que escriben quienes nacieron a principios de los años ochenta.Hablar de esta selección de poemas y poetas, va más allá de dar pequeñas palmaditas en la espalda a las editoriales independientes que apuestan por poetas jóvenes y locales. Esta breve selección tiene el problema de no dejarnos indagar más en la obra de los poetas que presenta; sin embargo, pone a nuestro alcance la elección de tres poetas (no cuatro o dos). De forma más específica: tres poetas casi desconocidos presentan su obra.De los antologados, destaca Mario Alberto Bautista. Su poema “La mantarraya” toma como pretexto la imagen de un animal que visto desde ángulos distintos, tiene colores opuestos. “desde arriba la mantarraya es el envés/ una pregunta a una pregunta/ que nadie conoce ni le importa”. A través de la imagen del animal, habla de las dos formas de ver un mismo objeto y del posible equilibrio entre lo blanco y lo oscuro. “La mantarraya es de carne una moneda”. El poema se construye sobre esta imagen: se hace poesía de un retrato vivo. Si el mundo es misterioso, la imagen que creamos de él será misteriosa. El misterio del que es visto, del que ve y la pregunta en la co-incidencia: “Qué soy;/ qué venenos me recorren y me avivan”.Entre lo timorato y lo arrogante continua con la siguiente frase: “En los claustros del alma la herida/ yace callada” tal como escribió Quevedo, Raúl Vázquez Espinosa rescata el verso al titular su poema.La poesía no siempre debe ser entendida, pero sí sentida. No es imprescindible atinar al blanco pero el recorrido de la flecha debe ser una experiencia hechizante. Vázquez se pierde al retorcer las frases, “los niños corren en paroxismo” y “un cilanco ferino (próximo a la desesperación)/se ha vuelto un crimen”. La intención es acertada: una situación de violencia y pobreza, y la sensación que causa en un yo poético del que vemos destellos ocasionales. La forma de abordar el entrecruzamiento, no lo es.Lo que es rescatable de Raúl Vázquez es su acercamiento inconforme a la lengua y a la forma, su inquietud al retar el uso de las palabras. A diferencia de los escritores del modernismo, el código de Vázquez no nos deja ninguna puerta, ni siquiera trasera, en la que podamos acceder a su poesía.El último autor seleccionado es Marco Antonio Castañeda. Con “La cara secreta de las cosas” habla de pequeños acontecimientos urbanos. El lenguaje es simple, musical, pero no crea versos fáciles ni imágenes sencillas: “de lo que yace en las avenidas/ alimento compartido entre visionarios andantes/ que pueblan las calles/ de silencio”.Estos tres poetas presentan en Entre lo timorato y lo arrogante propuestas poéticas muy diferentes entre sí. También comparten el espacio de una generación, de escritores nacidos aún con el muro en pie, que hoy, algunos de manera taimada, otros impulsados más por arrogancia, presentan su apuesta por la poesía.

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