domingo, 23 de marzo de 2008

Borges en su reflejo


Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

Es de todos conocido el temor que Borges sentía por la duplicación o a la duplicación espectral, el doble era una obsesión que lo asaltó desde su niñez hasta bien entrada su ancianidad, el tema de la dualidad aparece desde sus primeros poemas, posteriormente sus cuentos y hasta ensayos abordan situaciones, citas o pasajes donde la duplicidad es el personaje principal.

En cierta ocasión afirmó “Me aterrorizaban los grandes espejos, su infalible y continuo funcionamiento, su permanente persecución de mis actos, su pantomima cómica me parecía sobrenatural, y cuando me llegaba la hora del sueño, uno de mis insistentes ruegos a Dios era que no soñara con espejos. Me recuerdo vigilándolos con inquietud. A veces temía que empezaran a mostrar una realidad desconocida, que empezaran a divergir la realidad. Otras veces, tenía temor de verme desfigurado en ellos, verme el rostro con características extrañas”. A continuación pretendo colocar a Borges en un laberinto circular de espejos. Para ello he de valerme de comentarios que el propio Borges emitió en charlas, entrevistas y algunas conferencias. Sabiendo de antemano que al final tendremos a Borges en su reflejo.

Hasta el cansancio hemos escuchado que infancia es destino. Borges fue un niño extraño, no especial ni diferente, él perteneció a esa especie que Jim Morrison bautizó como gente extraña. Pasó gran parte de su niñez encerrado, sin tener amigos (cosa que se convertirá en una constante durante su vida), ante la ausencia de compañeritos no tuvo más que protegerse del mundo con la imaginación: “Mi hermana y yo nos inventamos dos compañeros imaginarios a los cuales, por una u otra razón, llamamos Quilos y Molinos. De repente, cuando nos aburrimos de ellos, le dijimos a nuestra madre que habían muerto”.

Las obsesiones infantiles de Borges jamás dejaron de acompañarlo, así los tigres, laberintos y espejos más que constituir elementos de una estética, son producto de sus fantasmas personales, ¿qué es en realidad una estética?, ¿una posición científica frente a la creación o la sistematización de las más negras pesadillas del poeta? Borges reconoce: “Íntimamente soy el mismo de antes. El mismo chico de entonces, el mismo desde hace 20, 30 ó más años atrás. Apenas si he aprendido algunas destrezas. Conservo mi alma de niño, en el sentido de las palabras de Chesterton, que pensaba que uno crece para envejecer al amor y a la mentira, pero no envejece para el asombro”.

El idealismo ya sea como filosofía, ya sea como metafísica o mero argumento más cargado de ironía que de otra cosa, es otra de las constantes en la obra de Borges. Si bien lo que en sus cuentos y poemas afirma y hasta nos hace creer como verdades supremas, en sus más lúcidos ensayos y sobre todo en sus conversaciones se convierten en meros juegos intelectuales, bromas eruditas. La inmortalidad de las almas aparece en poemas y cuentos como una Verdad, en su vida cotidiana no deja de ser un interesante espejismo: “Bueno, para mí la muerte es una esperanza, no un temor. Y yo ansío no proseguir en otro mundo, quiero morir completo. Recuerdo que madre cada noche, antes de dormir, se despedía con la esperanza de no volver a despertar. Ahora yo sólo tengo miedo a la inmortalidad del alma. Ese es mi único miedo. Sería horrible seguir siendo, y sobre todo seguir siendo Borges. Estoy harto de él. ¡Siempre asombrándome!”

Borges crea un mundo. Casi como esos cuentos que tanto le gustaba escribir, donde recurre a la estructura del informe antropológico, dejando a un lado el argumento o anécdota de la narración, lo que describe es tan fantástico que poco importa lo que ocurre en dicho lugar, así él crea un mundo, el mundo de Borges, dicen algunos críticos, un lugarpsiquico, con su propio tiempo y espacio, su verdad y su mentira, su espada durmiendo el sueño de la muerte en un mueble viejo, relojes que marcan la hora en punto de la eternidad, coronas escandinavas, torres mortecinas, niebla lúgubre en un campo perdido de la baja Sajonia, cuchilleros perdidos en la tristeza de un portón del maldonado, laberinto invencible, invisible y en línea recta, mundo sin mundo, mundo contenido en un solo punto, universo visto desde afuera, amores imposibles, fechas sin tiempo, oscuros pasillos que conducen a la nostalgia del futuro.

Este mundo tiene sus propios dioses, panteón de mil cabezas bajo la noche plutónica de Escocia, griegos y romanos en su eterno retorno, fenicios y musulmanes, números ocultos tras la máscara de la muerte, geometría de la oscuridad, y el destino implacable sobre la sentencia de los hombres, ahí levanta su escultura la filosofía idealista, Spinoza omnipresente, Platón transmigrado en Berkley. Ahí entre sus paraísos e infiernos personales la imagen de Jesús de Nazareth como hombre divinizado, citas de la Biblia encontramos a raudales, Jesús como personaje, sus palabras, su vía crucis, su agonía tras haber tocado el fuego de la humanidad. Borges se refiere a Jesús en los siguientes términos “Siempre he sentido una admiración muy grande por lo que él es. No me cabe duda de que es el pilar de la historia del mundo y lo seguirá siendo inclusive más allá en el futuro, pero siempre hay algo que le sobra, o que le falta, y que no lo hace todo lo simpático que podría ser. A mi parecer, Sócrates es más simpático, y Buda también. En Cristo hay algo como de político que no acaba de convencer. Yo, hay momentos que lo encuentro hasta demagógico: aquello de que los últimos serán los primeros… ¿Por qué? A mí me parece que es una aseveración injusta y absurda… Aquello que los pobres de espíritu heredarán la tierra… ¿Por qué? No lo entiendo, y mucho menos entiendo aquella idea miserable de que los ricos no entrarán al reino de los cielos solamente porque en la tierra ya recibieron su recompensa. Si el reino de los cielos es eterno, ¿cómo puede compararse a unos cuantos años de felicidad aquí en la tierra?”

La figura de Jesús en la obra de Borges es permanente, directa o indirectamente se habla de él, siempre con admiración, no sin poner en cuestionamiento muchas fases de su vida y su doctrina, en el fondo, muy en el fondo creo que Borges siempre fue un creyente en el cristianismo, más allá de su propia asimilación cultural, más allá incluso de sus creencias reconocidas y defendidas, era un cristiano por superstición.

Estos reflejos continuarán.....

1 comentario:

La vida de los otros dijo...

Muy interesante tu post. Saludos.