Por: Alejandro Aldana Sellschopp.
En el canon de Christopher Domínguez, mas no en el de la literatura mexicana, sólo tienen cabida dos escritores chiapanecos. El número tan reducido puede asustarnos de entrada, ¿cómo es posible que un Estado que ha dado tantos y tan buenos escritores, únicamente aporta a dos escritores? Quizá tendríamos que comenzar preguntándonos si en verdad Chiapas ha generado muchos y tan buenos artífices de la pluma.
En su prólogo Domínguez aclara: “Ante esta clase de libros es muy tentador conformarse con decir que no están todos los que son ni son todos los que están. Pero la verdad es que me ocupé de que aparecieran todos los novelistas, los poetas y los ensayistas mexicanos (o que llevan décadas escribiendo en México) cuya lectura me ha impresionado a lo largo de veinticinco años como crítico literario”, realizada tal afirmación, queda claro que estamos frente a un diccionario de autor, y no hay que hacer tantos aspavientos.
Sin duda nos proporciona oportunidad para reflexionar sobre nuestra pequeña, pequeñísima república de las letras, tan pequeña que más bien parece traspatio. Vista nuestra literatura con poco rigor crítico se convierte en el paraíso de los poetas, la patria de las florituras del lenguaje, y muchos deberían formar parte del ateneo de las letras no sólo mexicanas, sino universales.
La pobreza de la crítica en nuestro Estado es una muestra de lo lejano que estamos de una revisión profunda, abundan los poetas y narradores (o por lo menos quienes así nos ufanamos en llamarnos); pero pocos o nadie asume el riesgoso papel de crítico, vale como ejemplo la ausencia de un libro crítico serio que estudie el devenir de la historia de la literatura chiapaneca.
Generaciones más jóvenes de narradores y poetas simple y sencillamente parecen desmarcarse del pasado literario chiapaneco, llegando a sustentar que no tenemos una tradición, cosa que me parece excesiva; pero puedo entender la postura. Este reducidísimo grupo de nuevos creadores buscan su asidero en escritores como: Neruda, Huidobro, Borges, Pesoa, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Bolaño, Vila-matas, etcétera, etcétera.
Otros, los más desafortunados, se conforman con la auto referencia, perdiéndose en un círculo vicioso de mediocridad. Quizá somos muchos quienes pensamos que Domínguez es injusto con nuestras letras, algunos pedirían la inclusión de los poetas Oscar Oliva y Juan Bañuelos; otros pensarían que Efraín Bartolomé cuenta con todos los requisitos para ser contemplado, y en verdad que los tres son dignos exponentes de la poesía en México; sin embargo la ausencia que no logro entender es la de Eraclio Zepeda, excelente narrador mexicano, el mejor narrador que ha existido en Chiapas.
No podemos, sin embargo, exigirle a Christopher Domínguez la inclusión de los escritores que ha nosotros nos gustaría ver en su libro, o cualquier otro que se ostente como diccionario de la literatura mexicana, ya que él mismo nos dice que se trata de una elección puramente subjetiva, son sus gustos antologados.
Ahora bien, más que ha Domínguez, preguntémonos a nosotros mismos si pondríamos a esos escritores en nuestra selección personal, ¿estarían esos escritores y demás chiapanecos, en nuestras lecturas entrañables? La respuesta únicamente la tienen ustedes.
Probablemente otros pondrían en la mesa otros nombres, escritores menos conocidos, pero no por ello malos, como: Roberto López Moreno, Quincho Vázquez, el excelente Raúl Garduño, o el injustamente olvidado Daniel Robles Sasso, y por qué no Elva Macías y Marirrós Bonifas, y claro quienes ustedes quieran nombrar.
La realidad es que Christopher Domínguez incluye únicamente a dos: Rosario Castellanos y Jaime Sabines. Hay que aclarar que también está señalado el maestro Leonardo Da Jandra, quien es presentado como nacido en Pichucalco; pero no podemos engañarnos, Da Jandra poco tiene que ver con Chiapas. A diferencia de Rosario Castellanos, nacida en México D.F., pero cuya obra y vida está profundamente vinculada a nuestro Estado.
Domínguez no deja muy bien parado a Jaime Sabines, lo llama el Amado Nervo de las últimas décadas décadas del siglo XX, la afirmación nos deja aturdidos, en principio no sabemos si se trata de un elogio o un reproche; pero sin duda no es nada gratificante. Me llama la atención que Domínguez diga que el Sabines de Horal (1950) y Tarumba (1956) fue bien acogido por la crítica, concediendo calidad a los dos libros, y no mencione el mejor libro de Sabines Algo sobre la muerte del Mayor Sabines, un poemario profundo, filosófico, equilibrado; sin la miel, versos facilones, y juegos de palabras vacías que es moneda de uso legal en casi toda su obra. Christopher menciona que su obra era agotada, seguida por multitudes de jóvenes sentimentales, en verdad no sé si sea importante reprocharle a un poeta ser leído por los jóvenes, y además que estos sean sentimentales; por el contrario creo que otra de las grandes cualidades de Sabines fue su diálogo que a través de su obra entablo con los jóvenes, pocos poetas son seguidos por sus fans de manera tan descarada como se hacía con Sabines, creo que el hecho no puede ser censurable en ningún sentido. Posteriormente Domínguez deja de criticar a Jaime Sabines y enfoca a sus lectores, a quienes les reprocha (nuevamente), que tras la reputación de Sabines ellos, sus lectores, toleraban en calidad de mal menor y secreto de familia, su fidelidad al Partido Revolucionario Institucional. Y dejo en claro que no soy un seguidor de Jaime Sabines, creo que hay poetas chiapanecos mucho mejores.
Rosario Castellanos es una escritora de otro nivel, ligas muy mayores, hoy en día llama la atención como existe una tendencia demencial de querer colocar a Sabines como el mayor escritor chiapaneco, a pesar de la embestida mediática, muchos sabemos que no es así y sólo vemos pasar el agua bajo el puente.
Cuando Domínguez dice que Castellanos es la primera escritora decididamente profesional de México, no es poco decir, coloca a Rosario Castellanos en su justa dimensión; así mismo apunta que es un antídoto eficaz contra las mercenarias que han hecho de las nuevas formas de “literatura femenina” un buen negocio y una prostitución espiritual, las palabras pueden ser fuertes; pero no carecen de verdad. Rosario Castellanos ha sido manoseada por cierta tendencia feminista; sin embargo, su obra está muy por encima de este reduccionismo.
Christopher nos presenta a una mujer Intelectual, que se mueve por amor a la literatura misma, poeta, narradora y crítica (la única escritora (or) en Chiapas que puede llamarse crítica (o) sin sonrojarse), deja un digno legado de creación en cada uno de los géneros en los que se expresó. Afirma Domínguez que los mejores poemas de Castellanos son aquellos donde se autorretrata con humor sardónico.
Coincido Con Domínguez cuando dice que la narrativa de Rosario Castellanos tiene menor influencia que su poesía o sus ensayos; sin embrago es su narrativa quien nos descubre al indígena como problema novelesco sujeto a todas las contradicciones de lo humano y su ubicación en la historia concreta de México.
Christopher Domínguez reconoce en Rosario Castellanos su ejercicio de la autocrítica, ningún escritor la ejerció como ella, en confesiones y entrevistas fue la primera en reconocer sus malas influencias, sus pretensiones hueras y sus derrotas estéticas, posturas que han servido de regodeo a sus detractores.
Es en la crítica literaria donde, según Domínguez, se encuentra su obra más perdurable, y considero que así es, además de algunos poemas. En fin, cada uno de nosotros puede hacer su diccionario personal, y estoy seguro que incluiríamos a más chiapanecos, no por identificación chovinista, sino por la probada calidad de algunos de sus escritores.
1 comentario:
Fíjese que leí su reseña. Yo creo que Domínguez no incluye a muchísimos escritores/as valiosos. En el caso de Zacatecas, nada más incluye a Amparo Dávila, pero se brinca a Roberto Cabral, Severino Salazar, Tomás Mojarro, etc, etc. Imagínese, no incluye ni a Elena Poniatowska, con eso le digo todo.
Publicar un comentario