Por: Alejandro Aldana Sellschopp.
Dante escribió uno de los libros fundamentales en la historia de las letras universales, su Comedia es una muestra de la grandeza de la que es capaz el pensamiento humano, es una hoguera de sabiduría que se enciende en las desfallecientes noches de la desesperanza humana. La tarea emprendida por él representa una verdadera proeza, ¿qué diferencia hay entre la inconcebible idea de construir las enigmáticas pirámides egipcias frente a la Divina Comedia, monumento portátil de la genialidad?
Dante inscribe su obra en las letras de su tiempo sin mayores complicaciones, su portentoso trabajo se sostenía precisamente en la tradición, los lectores comprendieron y aceptaron La Comedia como una natural continuación de esa tradición.
Giovanni Boccaccio por el contrario se enfrentó directamente con una visión del mundo, en él podemos observar los cambios suscitados después de Dante, surge un interés en volver a estudiar la cultura clásica, sus poetas, la historia y su filosofía regresan, si es que en verdad algún día se fueron, a la mesa del humanista.
Boccaccio abandona prácticamente todo para dedicarse a los clásicos y la ciencia. Hijo del banquero florentino Boccaccio da Chellino, quien eligió a Giovanni Mazzuoli para que lo educara, será su maestro el que sembrara su amor por Dante. Andando el tiempo publica su Vida de Dante, donde trata de encontrar argumentos sólidos para defender a la poesía de los ataques de los teólogos, llegando a afirmar que la poesía es en verdad teología, dice que todas las grandes obras, incluyendo a los clásicos, y por supuesto La Biblia estaban inspiradas por el espíritu santo.
Sus argumentos pusieron de punta los pelos de los curas, consideraba que La Biblia era poesía en la misma manera que los textos profanos. Borges dice que Jesús era un poeta más que un orador, ya que habla en parábolas, Boccaccio opina que los textos bíblicos como algunos textos literarios, recurren a la alegoría, es decir que estamos frente a dos lecturas: la literal y la oculta.
Boccaccio escribe La Genealogía de los dioses paganos, donde asume nuevamente la defensa de la poesía. Los enemigos de la poesía según como los ordena Boccaccio son casi los mismos de hoy en día, por un lado están los hombres que buscan placeres superficiales, permítanme llamarlos los ignorante vulgares, la más baja ralea de la cadena, masa de brutos que hoy en día se reproducen como hongos, son aquellos que dicen: “¿Para qué malgastar el tiempo con la poesía cuando se puede amar, dormir y beber”, son esa horda que proclama “vivir la vida”, y por supuesto su única expresión y entendimiento de tal inocencia es el placer por el placer. En segundo lugar están aquellos que estudiando los manuales y resúmenes de la filosofía se imaginan que son filósofos, y desdeñan la poesía por considerarla superficial, hedonista, vacía, palabrería de engañabobos, según ellos sus dichos se inspiran en Platón. En tercer lugar encontramos a los abogados, en verdad así los llama Boccaccio, y son aquellos cuya única motivación es el dinero. En cuarto lugar aparecen los curas, quienes dicen en tono sermonero: “Los poemas son falsos, oscuros y libidinosos, y se encuentran repletos de cuentos absurdos y tontos acerca de los dioses paganos”.
Boccaccio quizá en su afán por defender a la poesía, olvidó que el arte no necesita defensa, el arte en sí mismo es su propia defensa, La Iliada, La Odisea, las grandes obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides no sólo no se defienden del bullicio de la plaza, sino que simplemente nos aplastan. Boccaccio afirma que la poesía ha sido estimada siempre por los grandes príncipes del mundo: Augusto era amigo de Virgilio, el rey Federico y el príncipe de Verona protegieron a Dante, Petrarca tenía el apoyo de emperadores, reyes y papas. Menuda defensa, quizá el respeto era mayor que la crítica o Boccaccio en verdad creía que ser un monarca era sinónimo de ser instruido o sabio, hoy ningún poeta estaría contento de ser identificado como el predilecto de un senador, gobernador o ya de perdis de un presidente municipal, o es que simple y sencillamente los hombres del poder han pasado de ser respetados conocedores del arte a ignorantes redomados, en México entendemos al político como un sátrapa, puede estar en discusión su buena o mala fe, pero nunca su esférica ignorancia.
Boccaccio encuentra otro argumento, el cual considero más acertado, opina que la poesía no está escrita para ignorantes, “resulta oscura tan sólo para la grey común, pues los eruditos la entienden”, por supuesto que faltará algún despistado amante de las masas o lo que suelen llamar el pueblo, que en la mayoría de veces es equivalente a ignorantes, incluso para sus mayores defensores, quienes abogan por ellos hasta en la delimitación de una estética o poética que impulse la sencillez, lo fácil, ameno y asimilable hasta por un pollo. Posición que no deja de llamarme la atención, por ejemplo los griegos, pensemos en Homero siempre busco que su obra fuese para la gente o el pueblo, su obra no era para leerse en una robusta biblioteca personal, no, su fin eran las plazas públicas, posteriormente los poetas líricos, y ya no digamos los maestros de la tragedia, verdaderos poetas que se valían de personajes para decir sus poemas, siempre defendieron su libertad de expresión para que el pueblo las escuchara; pero la diferencia estaba en que el concepto de pueblo distaba mucho del que enarbolan algunos populistas, los griegos escribían para el pueblo, por ello se exigían tanto en sus creaciones, el pueblo nunca fue subestimado por los creadores; creo que en realidad los griegos no escribieron para la masa, ni el pueblo, ni la plaza pública, ellos escribieron para la humanidad y la eternidad.
Dante escribió uno de los libros fundamentales en la historia de las letras universales, su Comedia es una muestra de la grandeza de la que es capaz el pensamiento humano, es una hoguera de sabiduría que se enciende en las desfallecientes noches de la desesperanza humana. La tarea emprendida por él representa una verdadera proeza, ¿qué diferencia hay entre la inconcebible idea de construir las enigmáticas pirámides egipcias frente a la Divina Comedia, monumento portátil de la genialidad?
Dante inscribe su obra en las letras de su tiempo sin mayores complicaciones, su portentoso trabajo se sostenía precisamente en la tradición, los lectores comprendieron y aceptaron La Comedia como una natural continuación de esa tradición.
Giovanni Boccaccio por el contrario se enfrentó directamente con una visión del mundo, en él podemos observar los cambios suscitados después de Dante, surge un interés en volver a estudiar la cultura clásica, sus poetas, la historia y su filosofía regresan, si es que en verdad algún día se fueron, a la mesa del humanista.
Boccaccio abandona prácticamente todo para dedicarse a los clásicos y la ciencia. Hijo del banquero florentino Boccaccio da Chellino, quien eligió a Giovanni Mazzuoli para que lo educara, será su maestro el que sembrara su amor por Dante. Andando el tiempo publica su Vida de Dante, donde trata de encontrar argumentos sólidos para defender a la poesía de los ataques de los teólogos, llegando a afirmar que la poesía es en verdad teología, dice que todas las grandes obras, incluyendo a los clásicos, y por supuesto La Biblia estaban inspiradas por el espíritu santo.
Sus argumentos pusieron de punta los pelos de los curas, consideraba que La Biblia era poesía en la misma manera que los textos profanos. Borges dice que Jesús era un poeta más que un orador, ya que habla en parábolas, Boccaccio opina que los textos bíblicos como algunos textos literarios, recurren a la alegoría, es decir que estamos frente a dos lecturas: la literal y la oculta.
Boccaccio escribe La Genealogía de los dioses paganos, donde asume nuevamente la defensa de la poesía. Los enemigos de la poesía según como los ordena Boccaccio son casi los mismos de hoy en día, por un lado están los hombres que buscan placeres superficiales, permítanme llamarlos los ignorante vulgares, la más baja ralea de la cadena, masa de brutos que hoy en día se reproducen como hongos, son aquellos que dicen: “¿Para qué malgastar el tiempo con la poesía cuando se puede amar, dormir y beber”, son esa horda que proclama “vivir la vida”, y por supuesto su única expresión y entendimiento de tal inocencia es el placer por el placer. En segundo lugar están aquellos que estudiando los manuales y resúmenes de la filosofía se imaginan que son filósofos, y desdeñan la poesía por considerarla superficial, hedonista, vacía, palabrería de engañabobos, según ellos sus dichos se inspiran en Platón. En tercer lugar encontramos a los abogados, en verdad así los llama Boccaccio, y son aquellos cuya única motivación es el dinero. En cuarto lugar aparecen los curas, quienes dicen en tono sermonero: “Los poemas son falsos, oscuros y libidinosos, y se encuentran repletos de cuentos absurdos y tontos acerca de los dioses paganos”.
Boccaccio quizá en su afán por defender a la poesía, olvidó que el arte no necesita defensa, el arte en sí mismo es su propia defensa, La Iliada, La Odisea, las grandes obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides no sólo no se defienden del bullicio de la plaza, sino que simplemente nos aplastan. Boccaccio afirma que la poesía ha sido estimada siempre por los grandes príncipes del mundo: Augusto era amigo de Virgilio, el rey Federico y el príncipe de Verona protegieron a Dante, Petrarca tenía el apoyo de emperadores, reyes y papas. Menuda defensa, quizá el respeto era mayor que la crítica o Boccaccio en verdad creía que ser un monarca era sinónimo de ser instruido o sabio, hoy ningún poeta estaría contento de ser identificado como el predilecto de un senador, gobernador o ya de perdis de un presidente municipal, o es que simple y sencillamente los hombres del poder han pasado de ser respetados conocedores del arte a ignorantes redomados, en México entendemos al político como un sátrapa, puede estar en discusión su buena o mala fe, pero nunca su esférica ignorancia.
Boccaccio encuentra otro argumento, el cual considero más acertado, opina que la poesía no está escrita para ignorantes, “resulta oscura tan sólo para la grey común, pues los eruditos la entienden”, por supuesto que faltará algún despistado amante de las masas o lo que suelen llamar el pueblo, que en la mayoría de veces es equivalente a ignorantes, incluso para sus mayores defensores, quienes abogan por ellos hasta en la delimitación de una estética o poética que impulse la sencillez, lo fácil, ameno y asimilable hasta por un pollo. Posición que no deja de llamarme la atención, por ejemplo los griegos, pensemos en Homero siempre busco que su obra fuese para la gente o el pueblo, su obra no era para leerse en una robusta biblioteca personal, no, su fin eran las plazas públicas, posteriormente los poetas líricos, y ya no digamos los maestros de la tragedia, verdaderos poetas que se valían de personajes para decir sus poemas, siempre defendieron su libertad de expresión para que el pueblo las escuchara; pero la diferencia estaba en que el concepto de pueblo distaba mucho del que enarbolan algunos populistas, los griegos escribían para el pueblo, por ello se exigían tanto en sus creaciones, el pueblo nunca fue subestimado por los creadores; creo que en realidad los griegos no escribieron para la masa, ni el pueblo, ni la plaza pública, ellos escribieron para la humanidad y la eternidad.
2 comentarios:
Mestro Aldana Sellschopp, me agandallé una foto de Vila Matas que tomó usted en Barcelona. Espero no tenga inconveniente. También puse un link a su blog aprovechando que acomodé la casa. Un abrazo.
Estimada Tryno como siempre es un placer, y de paso le digo que exigimos ya la presentación en Chiapas (el sur también existe) de Grandes Hits. Un saludo fraterno a toda la banda de Oaxaca.
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