miércoles, 2 de julio de 2008

Crítica ante el espejo CUATRO



Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

Longino es uno de esos fantasmas que como Shakespeare, Homero, Esopo, y un largo etcétera forman parte del panteón de la literatura universal. Nadie sabe a ciencia cierta quién fue y si en realidad este personaje escribió las obras que se le atribuyen.
Se cree que vivó en el siglo I o III d.c. también se piensa que él escribió la obra De lo sublime, alguno ha dicho que el supuesto nombre del autor es un malentendido. El manuscrito que se conserva mostraba en su parte superior las palabras: “Dionysius o Longinus”, y a partir de ahí la leyenda comenzó a tomar fuerza.
Lo cierto es que el tratado se convirtió en uno de los textos sobre crítica literaria más importantes de la antigüedad clásica, venerada únicamente después de La Poética de Aristóteles. La visión de Longino esta muy apartada de las consideraciones plateadas por Horacio, Wordsworth escribió: “Longino habla de un estilo animado, apasionado y vigoroso o, si así lo preferís, elevado”.
Algunos autores se han aventurado en señalar que Longino es el primer crítico romántico, además fue el primer crítico que recurre a la comparación como método de trabajo, ya sabemos que en Roma la literatura, y prácticamente todo su arte, era un extensión del mundo griego, por lo tanto la comparación se perdía muchas veces en la imitación.
Longino introduce comentarios del Génesis, planteando la comparación en otros términos, ya que estamos hablando de una cultura completamente extraña, por ello muchos consideran que estamos frente al primer crítico de verdad.
Otra de las ventajas que tuvo nuestro autor es que vivió en tiempos lejanos a la producción de las grandes obras clásicas, el tiempo le permitió ver una Grecia que distaba mucho de ser un impero, por el contrario, es decir no tuvo ninguna influencia ni política, ni ética, para estudiar las literaturas que son de su interés.
Aristóteles ha quedado atrás para Longino, para él la forma no es tan importante desde el punto de vista del todo, estudia las partes, el verso o el párrafo que le producen placer. En el tratado afirma: “Lo Sublime, que como un relámpago surge en el momento adecuado, todo lo dispersa ente sí, como la centella, y en un instante manifiesta el poder del orador en toda su plenitud”.
Longino se refiere a cinco fuentes de la excelencia en la escritura: “Firme dominio de las ideas, emoción vehemente e inspirada (aquí nos referimos al crítico romántico, para él instinto, intuición, emoción, son elementos deseados), elaboración de figuras literarias, un efecto general de dignidad y elevación”.
Longino no deja de estar influenciado por el idealismo de Platón, algunos lo relacionan directamente con Plotino, por ejemplo cuando nos explica nuestra inclinación por lo sublime afirma: “La naturaleza nos creó hombres para que no fuéramos animales bajos e innobles. Cuando nos introduce en la vida y en este vasto universo como una gran reunión, por hacernos espectadores de ese todo poderoso y, a la vez, los aspirantes más vehementes al honor, implantó en nuestras almas en amor inconquistable por todo aquello que es elevado y más divino que nosotros”.
Como ustedes pueden constatar no tiene nada que ver con Horacio, en realidad su “explicación” es más un acto de fe, como decir que nuestros sentidos nos indicarán cuando estemos frente a una obra de arte, tenemos una propensión a la belleza daba por nobleza de la madre naturaleza. Hoy en día difícilmente alguien creería en esto.
Al final del tratado Longino se hace preguntas harto interesantes, recordemos que en su tiempo Grecia nada o casi nada tiene que ver con aquella en la que se dieron como por generación espontánea artistas y filósofos. Ahora ya no hay obras maestras como La Ilíada o La Odisea, nuestro autor se pregunta si con la literatura griega, también desaparecieron la democracia, y si la libertad por sí sola puede fomentar el genio. Quizá esta sea una pregunta que muchos nos hacemos en estos días de pésimos pensadores, escritores y políticos.

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