martes, 30 de octubre de 2007

Dejaré esta calle de Antonio Ramos



por: Damaris Disner





A Héctor Cortés Mandujano, por su siempre acertada charla y su generosa humanidad

Nadia Villafuerte me había hablado de él. Y que mejor recomendación. De casualidad me lo topé en las oficinas del Coneculta, pero las prisas por llegar al periódico me hicieron ya no acercarme a él, pensé: “Lo veré en la tarde a la hora de la presentación”. Por poco no llego, todo trabajo tiene sus inconvenientes que surgen precisamente cuando debería ser lo más rápido posible para poder asistir a los compromisos. Una amiga ya me esperaba, incluso, me había perdido de otro evento que iniciaba más temprano (lo siento, pero así es la vida cuando uno quiere partirse en dos pedazos). En fin, llegué a la presentación del libro de Antonio Ramos, Dejaré esta calle. Ya había iniciado Rolando Mazariegos su presentación. Es garantía saber que Alejandro Aldana y Rolando van a presentar un libro. Sus comentarios son acertados y procuran hacer amena su participación, invitar a la gente que interactúe con el escritor. Rolando se refirió a los cuentos como una colección de personajes populares, un anecdotario, donde hay un manejo del lenguaje congruente, llano, sencillo. Además que las narraciones poseen una tendencia fetichista, donde los objetos son habitados.
Para Alejandro, las narraciones hablan por sí mismas más allá del cintillo que les ponga Tierra Adentro, quien edita el libro que ganó el Premio Nacional de Cuento Joven Julio Torri 2005. ¿Hablar de un género? Es limitar la audacia del escribiente. La prosa. Así de sencillo, dice Aldana que es el género que utiliza Dejaré esta calle. Reconoce en él cuestiones estructurales complejas y sin duda Antonio lo escribió en un momento de felicidad, como refiere uno de sus personajes, hay que cocinar feliz. Alejandro lo retoma en: Hay que escribir feliz.
Le tocó el turno a Antonio. En medio de Aldana y Mazariegos, comenzó a hablar que la visita a Chiapas era la penúltima oficial de la gira de presentaciones del libro. Y nos leyó. E hizo que los presentes imagináramos a Polo Ortega alias “El Cocinero”. Una narración dentro de otra narración. Y me recordó a los narradores orales. Y pude ver como el muchacho abría el vientre de una jabalina, y poco a poco iban surgiendo los lechones. Pude observar cómo sus manos se manchaban de sangre y como oía la voz de su abuelo decir “siempre caza solo” y “nunca mates animal cargado”.
Toño nos dio receta de cocina. Cómo se preparan los zopilotes, las ratas, cuando se decide no cocinar lo que ha estado prohibido cazar. Polo Ortega, cocinero. Un cuento sin más ni menos. Exacto para reconocer el ejercicio certero.
Revueltas, Fuentes, Vargas Llosas, fueron sus lecturas primeras, aunque se confiesa un lector tardío. Su segundo libro editado habla de la calle en donde creció en su natal Monterrey. Calle que vio a la mayoría de los personajes que habitan sus historias, y que de una a otra, se comparten cómplices. Una presentación del libro fue en esa calle. Sí, especialmente cerrada ese día para convivir con los propios y extraños que deambulan en las páginas del libro.
Sus primeras lecturas lo marcaron para buscar una narración poderosa, que el personaje diga algo y que no se atrase. Egresado de la carrera de Letras Españolas de la UANL, un día se cansó de todos los manuales literarios, y se decidió a encontrar en las letras libertad.
Dejaré esta calle, se compone de nueve cuentos que empezaron a crearse en enero del 2004 y para el 2005 ya estaba concluido, resultando ganador ese mismo año del Julio Torri.
La presentación fue agradable, puede decirse que entre amigos, talvez por eso no quise sacar mi grabadora, y entrevistar a Antonio. No sé por qué, pero cuando uno comienza a grabar, la espontaneidad se ve cohibida. Tal vez, fue un capricho, pero cuando se vive una tarde de lectura, de acertadas presentaciones, de un ambiente armónico, donde aplaudimos talento joven y generoso, está de más ejercer un oficio. Fue una noche agradable que culminó con una buena charla, café y chipilín (versión sopa y tamales). Gracias, Toño, por hacernos disfrutar de narraciones certeras, crudas, irónicas, darnos tarea de llevar a casa imágenes, frases. Buen fin de gira.

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