por: Alejandro Aldana Sellschopp
De Jaime Sabines a estas alturas se ha dicho todo: que “se instaló desde el principio, con naturalidad, en el caos. No por amor al desorden sino por fidelidad a su visión de la realidad”, que Algo Sobre La Muerte Del Mayor Sabines (quizá su mejor poema), fue escrito en el curso precisamente de la enfermedad de su padre. Fue iniciado cuando los médicos les dijeron que tenía cáncer. Entonces, bajo la impresión tremenda de la imposibilidad de curarlo, fue testigo impotente y destruido de la muerte que se le aproximaba, Se cuenta que inició medicina; pero eso no era lo suyo, que fue de oyente a la facultad de filosofía y letras de la UNAM, donde hizo muchos amigos, entre ellos Rosario Castellanos, después de enterarnos de su muerte, que nadie quería creer, aunque se esperaba por su terrible enfermedad, fue vox populi que nació en Tuxtla Gutiérrez el 25 de marzo de 1926, todos los tenderos leyeron orgullosos en los periódicos que el Poeta Jaime Sabines, fue vendedor de telas, mientras escribía sus poemas, se supo también que su primer libro fue Horal, publicado en 1950, que fue militante priísta, posición que le trajo muchos sinsabores; en fin, llegó la muerte para encontrarse con el poeta, y todo mundo hablo de poesía, la gente comentaba en las calles, en el microbús, en el burdel: “ya supiste...murió Don Jaime”, y todos murieron su muerte, le saltaron nuevas comadres y un enjambre de amigos, que sí los tenía; pero toda aquella gente que abarrotaba Bellas Artes cuando Don Jaime, leía sus poemas y le exigía a grito vivo, ¡otro,otro,otro!, en una hermosa comunicación con la gente, cosa que muy poquísimos poetas pueden presumir, él siempre dijo que escribir era tender un puente entre dos soledades, cuando se “presentaba” ese puente se bifurcaba hasta encontrar la soledad de todos, era un poeta que podía ver el “ser de las cosas”, como apuntará Heidegger, y ya conocía las trampas de los poderosos explotadores, los noviazgos y las borracheras:
En este pueblo, Tarumba,
Miro a todas las gentes todos los días.
Somos una familia de grillos.
Me canso.
Todo lo sé, lo adivino, lo siento.
Conozco los matrimonios, los adulterios,
Las muertes.
Sé cuándo el poeta grillo quiere cantar,
Cuándo bajan los zopilotes al mercado,
Cuándo me voy a morir yo.
Es innegable que Jaime Sabines es uno de los poetas más interesantes de nuestro México, su voz “Prosaica”, cotidiana, altamente sensibilizada, despertó y despierta el júbilo y la identificación. Se presenta, guardando las distancias necesarias, lo que Tomás Mann le aprendió a Wagner: el truco que escandalizaba a Nietzche: crear una obra tan diabólica trampa que lo mismo fascine al público ignorante que a los artistas refinados; así se recitaban de memoria sus poemas en el café San Marcos de Tuxtla, que se ven en un letrerito a colores de mal gusto en un microbús, o siendo estudiados por los alumnos de filosofía y letras.
Sabines es dueño de una enorme espontaneidad, que algunos pésimos lectores han malentendido como falta de trabajo, reivindica, sin esfuerzo aparente, los elementos considerados de mal gusto, que siendo honestos lo llevaron a escribir varios poemas malos, llenos de sentimentalismo y falta de ideas. Es un Poeta con grandes estallidos:
A la chingada las lágrimas, dije
Y me puse a llorar
Como se ponen a parir.
Algunos críticos como José Joaquín Blanco, en un ensayo que trata de ser desmitificador, califica la poesía de Sabines como “fea, fuerte y formal como los machos de Chiapas y Jalisco”, y tiene razón; pero sería injusto dejar fuera otras páginas brillantes, con tanta pasión, con tanto amor, con tanta furia. Si hay algo que distinga la poesía de Sabines de la de otros poetas es que la de nuestro paisano está escrita con los riñones y el hígado, más que con el cerebro. Su hermosa poesía rayo en la antipoesía, quizá por eso tenia comentarios tan parecidos a la estética de Nicanor Parra, desmitificando al escritor como un ratón de biblioteca que todo lo sabe, un pedante conocedor de nada, y así opina: “El poeta es el testigo del hombre. Por eso el poeta debe ser, antes que nada, un hombre común y corriente, oficiante de todos los oficios, actor de todos los dramas, las tragedias y las comedias del mundo. El poeta es el payaso sufriente, la víctima de nada, el sobreviviente de la poesía”.
De Jaime Sabines a estas alturas se ha dicho todo: que “se instaló desde el principio, con naturalidad, en el caos. No por amor al desorden sino por fidelidad a su visión de la realidad”, que Algo Sobre La Muerte Del Mayor Sabines (quizá su mejor poema), fue escrito en el curso precisamente de la enfermedad de su padre. Fue iniciado cuando los médicos les dijeron que tenía cáncer. Entonces, bajo la impresión tremenda de la imposibilidad de curarlo, fue testigo impotente y destruido de la muerte que se le aproximaba, Se cuenta que inició medicina; pero eso no era lo suyo, que fue de oyente a la facultad de filosofía y letras de la UNAM, donde hizo muchos amigos, entre ellos Rosario Castellanos, después de enterarnos de su muerte, que nadie quería creer, aunque se esperaba por su terrible enfermedad, fue vox populi que nació en Tuxtla Gutiérrez el 25 de marzo de 1926, todos los tenderos leyeron orgullosos en los periódicos que el Poeta Jaime Sabines, fue vendedor de telas, mientras escribía sus poemas, se supo también que su primer libro fue Horal, publicado en 1950, que fue militante priísta, posición que le trajo muchos sinsabores; en fin, llegó la muerte para encontrarse con el poeta, y todo mundo hablo de poesía, la gente comentaba en las calles, en el microbús, en el burdel: “ya supiste...murió Don Jaime”, y todos murieron su muerte, le saltaron nuevas comadres y un enjambre de amigos, que sí los tenía; pero toda aquella gente que abarrotaba Bellas Artes cuando Don Jaime, leía sus poemas y le exigía a grito vivo, ¡otro,otro,otro!, en una hermosa comunicación con la gente, cosa que muy poquísimos poetas pueden presumir, él siempre dijo que escribir era tender un puente entre dos soledades, cuando se “presentaba” ese puente se bifurcaba hasta encontrar la soledad de todos, era un poeta que podía ver el “ser de las cosas”, como apuntará Heidegger, y ya conocía las trampas de los poderosos explotadores, los noviazgos y las borracheras:
En este pueblo, Tarumba,
Miro a todas las gentes todos los días.
Somos una familia de grillos.
Me canso.
Todo lo sé, lo adivino, lo siento.
Conozco los matrimonios, los adulterios,
Las muertes.
Sé cuándo el poeta grillo quiere cantar,
Cuándo bajan los zopilotes al mercado,
Cuándo me voy a morir yo.
Es innegable que Jaime Sabines es uno de los poetas más interesantes de nuestro México, su voz “Prosaica”, cotidiana, altamente sensibilizada, despertó y despierta el júbilo y la identificación. Se presenta, guardando las distancias necesarias, lo que Tomás Mann le aprendió a Wagner: el truco que escandalizaba a Nietzche: crear una obra tan diabólica trampa que lo mismo fascine al público ignorante que a los artistas refinados; así se recitaban de memoria sus poemas en el café San Marcos de Tuxtla, que se ven en un letrerito a colores de mal gusto en un microbús, o siendo estudiados por los alumnos de filosofía y letras.
Sabines es dueño de una enorme espontaneidad, que algunos pésimos lectores han malentendido como falta de trabajo, reivindica, sin esfuerzo aparente, los elementos considerados de mal gusto, que siendo honestos lo llevaron a escribir varios poemas malos, llenos de sentimentalismo y falta de ideas. Es un Poeta con grandes estallidos:
A la chingada las lágrimas, dije
Y me puse a llorar
Como se ponen a parir.
Algunos críticos como José Joaquín Blanco, en un ensayo que trata de ser desmitificador, califica la poesía de Sabines como “fea, fuerte y formal como los machos de Chiapas y Jalisco”, y tiene razón; pero sería injusto dejar fuera otras páginas brillantes, con tanta pasión, con tanto amor, con tanta furia. Si hay algo que distinga la poesía de Sabines de la de otros poetas es que la de nuestro paisano está escrita con los riñones y el hígado, más que con el cerebro. Su hermosa poesía rayo en la antipoesía, quizá por eso tenia comentarios tan parecidos a la estética de Nicanor Parra, desmitificando al escritor como un ratón de biblioteca que todo lo sabe, un pedante conocedor de nada, y así opina: “El poeta es el testigo del hombre. Por eso el poeta debe ser, antes que nada, un hombre común y corriente, oficiante de todos los oficios, actor de todos los dramas, las tragedias y las comedias del mundo. El poeta es el payaso sufriente, la víctima de nada, el sobreviviente de la poesía”.
1 comentario:
Mi buena Aldana, haces un buen intento. Yo no sé mucho sobre el ensayo, pero creo k el tuyo es acertado en cuanto a que trata temas que TODOS han tratado. Me gusta también el hecho de ensalzar a nuestra "maxima" figura de las letras chiapanecas, pero no estoy de acuerdo, para nada, cuando dices, que la poesia de Sabines esta hecha con los riñones, con el hígado, más que con el cerebro. todo este buen intento, amigo, se viene abajo con estos argumentos. Es claro que tu intención es distinta al usar esta expresión, pero la ambigüedad que de ella se desprende da lugar a todas las malas interpretaciones...
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