sábado, 23 de junio de 2007

Los subterráneos incómodos



Por: Alejandro Aldana Sellschopp.

Roberto Bolaño está de moda. Sé que la horda de seguidores de su personaje-obra se sentirán molestos, algo incómodos, ya que un autor como el chileno pasó gran parte de su vida siendo un contestatario de la literatura, criticó a grandes poetas como Neruda, Huidobro, Paz, entre muchos, muchos otros. Trituró a maestros como José Donoso, etc, etc, cosa que no critico, es más estoy de acuerdo con él en muchas de sus diatribas.

Sin embargo hoy es una moda, una jugosa figura del top-ten literario de las letras en español. Hace unos años un amigo me habló con entusiasmo desmedido de Los detectives salvajes, por supuesto me dejó caer los consabidos argumentos que tratan de justificar una obra que encabeza las pasarelas o brilla en las marquesinas.

Me comentó que había ganado el Rómulo Gallegos y el Herralde, hoy pienso que Bolaños fue un escritor que se mofó siempre de los premios, aún cuando ganó muchísimos, es más, él mismo reconoció que durante su rigurosa temporada en el infierno, se mantenía ganando cuanto premio se topara con su obra.

Tome la novela Los detectives y la medio leí, me atrajo el desparpajo, la vitalidad de la prosa, el manejo preciso y sin complejos de las palabras; pero en esos días estaba leyendo otras cosas, los escritores ingleses (otra moda) me tenían atrapado, y me siguen atrapando de vez en cuando, así que no opté por Bolaño.

Hace algunos meses viajé a Oaxaca al encuentro internacional de literatura, una semana de excelentes conferencias, platicas, presentaciones de libros, y una presencia permanente fue Roberto Bolaño, todos hablaban de él, en la feria del libro se exhibía con entusiasmo mercantilista su nueva novela 2666, que hay que decirlo los mercachifles de Anagrama, no la publicaron como era el deseo de Bolaño. Pero bueno, una vez creada la estrella-pop, poco importa a sus lectores, yo que soy un comprador compulsivo de música y libros, tuve el atrevimiento de comprar el libro, “un pesado ladrillo de buena literatura”, pensé mientras volteaba la tapa principal y encontrarme a quema ropa con el explosivo precio de $600,00 pesos tocantes y sonantes.

Dejé el libro en donde estaba, y me retire algo molesto, pensé en Bolaños, un escritor que vivió modestamente, sin lujos. Pero bueno, las modas entre otras cosas sirven para eso, para que unos pocos se enriquezcan, y en la gran mayoría de los casos ni siquiera es la estrella-pop, como en este caso.

Hace unas semanas publiqué una entrevista con Floriberto Yépez, la cual despertó mucho ruido, por una parte algunas personas estuvieron de acuerdo con lo dicho; pero otras más se mostraron abiertamente no sólo molestas, sino hasta indignadas, nada nuevo para mí, y mucho menos para el maestro Floriberto.

Una vez más apareció mi amigo fan de Bolaño, platicamos largo y tendido, “no hay costumbre de ser criticados y mucho menos de criticar, en Chiapas”, me dijo socarrón. Estoy de acuerdo con ello, hay pocos críticos en Chiapas, quizá ese es otro factor de la pobreza de nuestras raquíticas letras, ya sabemos que en nuestro estado no se encumbran a súper-stars-pop, mediante la calidad de la obra o las editoriales de renombre, no, aquí los encumbra la tan dañina burocracia cultural.

Mi amigo me instó, nuevamente a leer a Bolaño, Así accedí, pero rechacé cualquier novela o libro de poemas, le solicité un libro llamado Entre paréntesis, que es una selección de sus artículos periodísticos, prácticamente están todos los que escribió, llama la atención de que el tomo sólo tenga 366 páginas; pero es entendible, ha Bolaño se le abrieron casi todas las puertas después de ganar el Rómulo Gallegos y el Herralde, y como todos sabemos, desgraciadamente falleció.

El libro nos descubre un escritor más que valiente deslenguado, inteligentísimo, conocedor de la literatura, que en más de una ocasión escribió más con las tripas que con el cerebro. Divertido, muy divertido, ágil, franco y muy honesto.

En uno de sus artículos hace mención de un caso extraordinario por muchas cosas, a continuación transcribiré el caso: “Durante la dictadura de Pinochet, una mujer joven de derechas, se pone a vivir o se casa con un norteamericano joven de derechas. Los dos, además de jóvenes, son guapos y orgullosos. Él es un agente de la DINA, posiblemente también es un agente de la CIA. Ella ama la literatura y ama a su hombre. Alquilan o compran una gran casa en las afueras de Santiago. En los sótanos de esa casa el norteamericano se dedica a interrogar y torturar a presos políticos que luego pasan a otros centros de detenciones o engrosar las listas de desaparecidos. Ella se dedica a escribir y asistir a talleres de literatura. En aquel entonces, supongo, no había tantos talleres como hoy, pero los había. En Santiago la gente ya se ha acostumbrado al toque de queda. Por las noches no hay muchos sitios en donde divertirse, los inviernos, además, son largos. Así que ella cada fin de semana o cada tres noches se lleva para su casa a un grupo de escritores. No es un grupo fijo. Los invitados cambian. Algunos van una vez, otros repiten varias veces, en la casa hay whisky, buen vino, a veces las reuniones se convierten en cenas. Una noche una invitada o invitado se levanta para ir al baño y se pierde. Es la primera vez y no conoce la casa. Probablemente el invitado está un poco achispado o tal vez ya empieza a transitar por la borrachera del fin de semana. Lo cierto es que en vez de doblar a la derecha dobla a la izquierda y luego baja unos escalones que no debería haber bajado y abre una puerta que está al final de un largo pasillo semejante a Chile. La habitación está oscuras, pero aún así distingue un bulto amarrado y doliente o tal vez narcotizado. Sabe qué es lo que está viendo. Cierra la puerta y regresa a la fiesta. Ya no está borracho sino aterrorizado, pero no dice nada. Seguramente, quienes asistieron a estas veladas de la cursilería cultural posgolpe podrán recordar las molestias por los tirones del voltaje que hacía pestañar la lámpara y la música interrumpiendo el baile. Seguramente nunca supieron de otro baile paralelo, donde la contorción de la picana tensaba en arco voltaico la corva torturada. Es posible que no pudieran reconocer un grito en el destemple de la música disco, de moda en esos años”.

Considero que esta historia real, se parece mucho a la manera como se hace la literatura en Chiapas y voy más allá en México, con sus valientes excepciones. No, señores, no es tan sencillo pretender que no pasa nada, más que estúpido es aberrante querer negar los subterráneos incómodos.

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